AL CONTRATAQUE

Carta a una joven musulmana

Te escribo porque me preocupa que ante un panorama de rechazo optes por el camino equivocado de atrincherarte, con los tuyos, que te aferres a un relato falaz sobre tu identidad

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NAJAT EL HACHMI

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Hace días que pienso en ti. Eres de una generación posterior a la mía, tienes menos de 20 años. Naciste aquí o viniste de pequeña pero más tarde que las de mi 'quinta'. Has crecido aquí con toda normalidad pero de repente te veo, te observo y me preocupa descubrir que vives un malestar que, si no canalizas bien, se puede convertir en un peligroso veneno. Lo entiendo, las cosas no han sido nada fáciles en los últimos tiempos. Desde que empezó la crisis, muchos de tus compañeros de generación se han visto obligados a reemigrar, a dejarlo todo y volver a empezar de nuevo, como nómadas sin tierra propia. El rechazo a las personas como tú y yo es evidente. Los últimos en llegar, nos dijeron, son los primeros que tienen que irse. El terrorismo lo ha rematado todo, a cada atentado, una subida del grado de rechazo, a cada muerto, un aumento de las miradas de desprecio.

Te escribo porque me preocupa que ante este panorama optes por el camino equivocado de atrincherarte, de cerrarte en ti misma, con los tuyos, que te aferres a un relato falaz sobre tu identidad. Entiendo que necesites agarrarte a algo, que estés decepcionada, pero no caigas en el error de pensar que todos los otros están hechos de la misma pasta porque tú también llevas muchos años conviviendo con ellos y sabes que hay gente de todo tipo. Lo que quiero decirte es que no te dejes engañar por discursos que te cuentan lo que tienes que ser, sobre todo porque eres chica. Me preocupa de verdad ver que últimamente cada vez sois más las que, para defender vuestras raíces y vuestra presencia aquí, os agarráis a un solo elemento que es la religión.

«EL ISLAM VERDADERO»

Tienes todo el derecho a profesar la fe que quieras y nadie puede discriminarte por eso, pero no compres a ciegas según que retórica sobre el islam. Te oigo decir cosas como «el islam verdadero» y se me ponen los pelos de punta. Cuando entramos en este terreno lo único que puede pasar es que acabemos negando la diversidad del resto de creyentes y la de los que no lo son. Cuando nosotras, las que vinimos un poco antes, teníamos vuestra edad, nos moríamos de ganas de conquistar cada pedazo de libertad que nos estaba prohibida: queríamos salir sin limitaciones como lo hacían nuestros hermanos, queríamos saltarnos la presión sobre nuestros cuerpos y hacer con ellos lo que nos diera la gana. Estudiar, trabajar, pero también gozar sin restricciones.

Esperábamos que vosotras os sumaríais a este cambio, que acabarías por consolidar el camino tan duro que tuvimos que recorrer como pioneras. Muchas lo habéis hecho, habéis superado de sobras nuestras conquistas. Pero otras habéis escogido el atajo de reivindicar vuestros derechos dentro de los límites de la religión. Y esto, perdona que te lo diga, es una trampa muy peligrosa