Al contrataque

Esperando al ovni

Un ufólogo ama a la ciencia, y la lee, y la estudia; pero es la ciencia quien le desprecia y le excluye

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JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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Julio está lleno de fenómenos bizarros: los Sanfermines, el Tour de Francia, avistamientos de referéndums volantes no identificados... Desde que los empleados, obreros y funcionarios hacen vacaciones, no hay verano sin ovnis. Pero ahora revivimos una fecha histórica, pues a inicios de este mes se celebró el 70 aniversario del 'caso Roswell'. El incidente. Ahí empezó todo. Buena parte del cine que hemos visto, los libros de Von Däniken, las perdidas noches oyendo la radio... Por primera vez en la historia un ejército terrícola se incautaba de un vehículo espacial (o algo parecido). Ocurrió en un rancho de Nuevo México y un congresista pidió una investigación. De este modo entraba la ufología en la política. La tercera vía daba paso a la tercera fase.

Días antes de aquel incidente, el piloto de una avioneta le contó a un periodista que había visto una flota de extraños objetos voladores. Era la primera vez que alguien explicaba a los medios de comunicación un caso de avistamiento de ovnis. Fátima quedaba obsoleta para siempre. Aquel testigo se llamaba Kenneth Arnold y ahora es carne de Wikipedia. Ateniéndose a su descripción, quienes no le creyeron objetaron que igual podría tratarse de una bandada de pelícanos, y por tal razón en ufología se llama 'pelicanistas' a quienes niegan la existencia de platillos volantes.

La ufología tiene razones que el sincrotrón no entiende. Un ufólogo ama a la ciencia, y la lee, y la estudia; pero es la ciencia quien le desprecia y le excluye. El ufólogo sabe que los buenos están de su parte, y por eso adora a Carl Sagan y ha conectado su ordenador al SETI en busca de inteligencia extraterrestre. El ufólogo reclama una verdad donde otros reclaman ayudas. Al ufólogo le reprochan los 'pelicanistas' que no entienda nada de lo que lee o que lo interprete a su conveniencia; sin embargo, una bandada de pelícanos sobrevolando un volcán nevado en el estado de Washington no satisface a una mente exigente hasta la extenuación.

El ufólogo llama 'pelicanistas' a los escépticos para ridiculizarlos en sus propias palabras, para advertirles que no va a conformarse con una explicación tan indemostrable como sus convicciones. El desafío a la razón es nuestro pecado original y lo llevamos en nuestro genoma desde que ultrajamos el árbol de la ciencia. Los 'pelicanistas' se autodefinen como escépticos; pero el auténtico escepticismo, por definición, es el de quien se atreve a relativizar las verdades demostradas. Vivimos tiempos de sentimientos elevados a categoría de verdades, y de verdades elevadas a categoría de derechos. Es hora de huir de aquí en un ovni.