Duelo literario
Cuando empecé a leer compulsivamente, hace diez años, apenas me costaba esfuerzo dar con el siguiente libro: daba un paseo por la librería, leía todas las fajas, todos los argumentos, las primeras frases, las biografías, elegía y me volvía a casa leyendo en el tren. Siempre acertaba. Por entonces aún no había leído ni a Natalia Ginzburg, ni a José Donoso, ni a Virginia Woolf, ni a Clarice Lispector, ni a Julio Cortázar. Apenas había leído, de modo que ajustándome a los autores y los libros de los cánones más tradicionales, siempre daba con el libro adecuado.
Después de publicar el primer libro, dejé de estar al día de los clásicos que tenía pendientes para estarlo de lo que publicaban las editoriales emergentes y la de los grandes grupos. Había dejado de leer fajas y sinopsis, y me llegaban al correo todas las 'newsletters' imaginables. Algunas de ellas aún las recibo. No compraba tantos libros porque hacía algunas reseñas, así que me llegaban ejemplares de prensa casi cada día. Y como seguía leyendo compulsivamente, quedé atrapada en la lectura de la novedad durante algunos meses. Hasta que me di cuenta.
{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Leo menos que antes, y lo que leo me satisface infinitamente menos que antes","text":null}}
Desde entonces, he abandonado muchas 'newsletters', voy a las librerías sabiendo qué publican la mayoría de editoriales, tengo una idea vaga de los últimos diez títulos que me han interesando repasando las redes sociales, me llegan algunos libros de prensa a casa, tengo más dinero que entonces y diez veces más libros por leer en las estanterías de casa... pero leo infinitamente menos que antes. Y, peor todavía, lo que leo también me satisface infinitamente menos que antes.
Porque el bagaje es mayor y porque he reducido mis intereses literarios, pero también porque tengo tanta información del sector que estoy saturada. Me cuesta muchísimo encontrar un libro que me interese: por lo que cuenta, o por cómo lo cuenta. Paso semanas sin leer ningún libro de ficción. Dedicándome a lo que me dedico, me avergüenza. Pero la costumbre de acabar todos los libros, aunque no me convenzan, ha quedado atrás.
Aun así, siempre, después de muchos principios, acabo dando con el libro adecuado. El último, que me ha sacudido y me ha hecho pensar, lo tenía comprado desde hacía meses: 'Me llamo Lucy Barton'. Me lo recomendó la librera de L’Espolsada Llibres. No me llegó a ningún correo.
- García-Castellón y Gadea dejarán sus plazas en la Audiencia Nacional y Pedraz sopesa hacerse con el juzgado del Tsunami, por Ernesto Ekaizer
- El invierno vuelve por Sant Jordi: los meteorólogos alertan del fenómeno que nos espera la próxima semana en Catalunya
- Airbnb aconseja a los propietarios que no anuncien las piscinas en sus alojamientos turísticos
- Vuelve Moisés a Pasapalabra: el concursante desvela los problemas que sufrió en el pasado y por los que tuvo que abandonar el programa
- DANA a la vista: estas serán las zonas más afectadas
- Barcelona, “decepcionada” y “preocupada” por que la Generalitat anuncie una desalinizadora flotante en el puerto sin avisarle
- La tiña se expande en Catalunya entre los adolescentes que se rasuran asiduamente la nuca en las barberías 'low cost
- El presidente del PP de Esplugues coló durante años facturas personales como gastos del partido para pagarlas con dinero público