Al contrataque

El tren de la bruja

Los que intentaron que la entrevista a Villarejo no se viese, decirles que tranquilos: una semana después de la emisión no ha pasado nada

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JORDI ÉVOLE

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Me he pasado medio fin de semana en la cama. Supongo que mis defensas han decidido irse a la playa coincidiendo con el final de temporada de Salvados, y encima me han dejado sin disfrutar de la fiesta mayor de mi pueblo. Eso sí, me ha servido para recluirme en casa y repasar lo que ha sido la temporada, que así de entrada les diré que no ha sido fácil. Les aseguro que llevar al prime time televisivo temas como Mercadona, Castor o Villarejo no es tan fácil como puede parecer. Por cierto, a los que intentaron que la entrevista a Villarejo no se viese, solo decirles que tranquilos, que una semana después de la emisión no ha pasado nada. Porque en este país casi nunca pasa nada.

También los finales de temporada son momentos para las despedidas. El otro día un amigo con el que he trabajado los últimos ocho años recordaba el día que le llamamos para que se incorporase al programa. Dice que estaba paseando con su hija y que se sentó en la entrada de una oficina bancaria a escuchar la propuesta. Hoy la oficina bancaria es un dentista, y después de una de las experiencias profesionales más bestias de su vida, había decidido recuperar el paseo con su hija que había dejado a medias. Con este amigo hace justo un año nos embarcamos en el AstralAstral. Él se encargó de dar forma a un documental que nos marcará para siempre. El año pasado me perdí la fiesta mayor de mi pueblo precisamente porque estábamos a bordo del Astral. Este año me la he perdido por el trancazo que he agarrado.

Era tradición, desde que mi hijo tiene recuerdos, subir juntos al tren de la bruja y robarle la escoba al rumano que hacía de bruja (por cierto, el rumano le ponía menos ganas que Jordi Alba cuando calienta en la banda en el minuto 88). Robarle la escoba era como celebrar una Champions. Levantábamos el palo como si fuese la orejuda. Solo nos faltaba el confeti y el We are the champions de los Queen.

LO QUE NOS PERDEMOS

Cuando el año pasado volví del Astral, mi hijo me había guardado una ficha para el tren de la bruja. Se había guardado un viaje para hacerlo conmigo el año que viene. O sea, este año... Pero este año el tren de la bruja no ha venido a la fiesta mayor. Y mientras yo convalecía en la cama, y se colaba por la ventana de mi habitación la versión del Despacito que hacía en la plaza la Orquesta Cimarrón, he pensado que hay viajes con mi hijo que no hice y ya nunca haré. Que dedicarse a un oficio como este da muchísimas satisfacciones, que te subes a trenes a los que nunca habrías soñado subirte, pero que en cambio hay trenes más cercanos, más cotidianos, quizá más auténticos, más reales, que solo ves pasar. ¿Y si nos estamos perdiendo lo importante pensando en lo realizados que nos sentimos profesionalmente? Igual es que siempre queremos lo que no tenemos. Y lo que no querría tener ahora es este trancazo que está haciendo que me coma la cabeza más de la cuenta.