Al contrataque

La guerra particular

Tienen dos ventajas sobre nosotros: carecen de límites y están dispuestos a morir en el empeño

atentado en el puente de londres

atentado en el puente de londres / periodico

ANTONIO FRANCO

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Una infinidad de personas nos ha declarado personalmente la guerra a cada uno de nosotros, es a título colectivo pero también particular. Su objetivo es matar. Tienen dos ventajas: carecen de límites y están dispuestos a morir en el empeño. Una de las leyes no escritas de la guerra tradicional era que quien agredía intentaba -si le era posible- sobrevivir, pero en esta lo único importante para ellos es causar bajas.

Esta guerra tiene otras características específicas. Nuestro enemigo carece de organización, cada soldado hace lo que puede cuando puede y como puede, no dispone de jerarquías de mando, las armas las ponen combatientes sin presupuesto, matan gracias a la imaginación en carnicerías 'low cost'.  Sus ataques rozan la indetectabilidad: no los conocemos, van sin uniforme, se nos parecen en todo.

Hemos visto variantes muy sencillas: el aplastamiento físico de personas con cualquier tipo de vehículos, el degüello a cuchillos, autoinmolaciones con explosivos, tiros con armas de los circuitos de la delincuencia... Nos han atacado en todo tipo de lugares, mientras tomábamos algo en una terraza, paseando, celebrando una fiesta, haciendo cualquier cola turística... No hace falta ninguna gran imaginación para prever el futuro: nuevos escenarios con venenos, incendios, contaminaciones... Todo lo que pueda suponer hacer daño es susceptible de incorporarse paulatinamente a la espiral.

DESAPEGO A LA VIDA

Lamento escribir estas líneas desalentadas porque estamos preparados para encarar cualquier cosa menos ese desapego enemigo hacia la vida, que incluye la suya. Multiplicaremos la prevención, modificaremos nuestro sistema de vida para ofrecer menos bulto, pero mal que nos pese solo disponemos de una alternativa: convivir con esa nueva anormalidad o renunciar esencialmente a ser como somos, y únicamente podemos optar por la primera. Hemos de incorporar ese riesgo a otros que ya hemos ido digiriendo: el de las seguras muertes del tráfico, las locuras de algunos de los que rigen el mundo, los grandes fallos tecnológicos o la contaminación que nos asfixia.

Sabemos que detrás de esta guerra existen como telones de fondo muchas injusticias, muchos abusos de nuestros antepasados y de nosotros mismos, mucha indiferencia frente a gente que se ha desesperado esperando en vano un mundo más equitativo. Pero sabemos asimismo que también deriva de la maldad egoísta, de la falta de respeto al hombre, de religiones utilizadas como estiletes de dominación, de, en definitiva, la eterna persistencia de la ley del más fuerte en lo físico y en lo económico.

También sabemos que aunque nos adentremos en una enésima Edad Media tenebrosa, el mundo actual es objetivamente hablando mejor que todos los anteriores que hemos tenido porque ahora hay muchas más personas que nunca conscientes de su derecho a la libertad. Pero es muy difícil vivir así.