La geopolítica de la energía en el Ártico: recursos y rutas

En Rusia y Estados Unidos pesan más los intereses de control estratégico mundial que los ambientales

MAR DE CRISTAL. Un paisaje de icebergs árticos, que día a día ven reducido su diámetro.

MAR DE CRISTAL. Un paisaje de icebergs árticos, que día a día ven reducido su diámetro.

GONZALO ESCRIBANO

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Diferentes expertos se han dado cita en el Palau Macaya de la Obra Social 'la Caixa', en el seminario 'Cambios geopolíticos: Nuevas realidades políticas y económicas globales', coorganizado junto al CEI International Affairs, con el objetivo de analizar el impacto del deshielo del Ártico en el acceso a nuevos recursos y corredores energéticos, una de las consecuencias geopolíticas más claras del cambio climático. Este es más rápido en el Ártico que en el resto del planeta y facilitaría la explotación de sus reservas de hidrocarburos, estimadas en el 13% de las reservas mundiales de petróleo y el 30% de las de gas natural. También ampliaría el periodo durante el cual las rutas del noreste (por el litoral noruego y ruso) y el noroeste (por Canadá y Alaska) que unen el Atlántico y el Pacífico resultan practicables, lo que permitiría al gas y petróleo ruso y noruego acortar la navegación hasta los mercados asiáticos.

Es importante matizar la viabilidad económica de esos recursos en el contexto actual de bajos precios del petróleo. Al ser de extracción más costosa, podrían convertirse en recursos varados: si limitar el aumento de la temperatura a 2ºC implica dejar hidrocarburos en el subsuelo, lo racional es renunciar a los más caros.

Pero no se puede generalizar, pues poco tienen que ver las condiciones climáticas y logísticas de Noruega y Rusia en el Mar de Barents con las más complicadas del norte de Canadá y Alaska. El <strong>Mar de Barents</strong> no tiene temperaturas tan bajas ni tanto hielo, y los recursos están más cerca de la costa y a menor profundidad, lo que reduce los costes. Además, Noruega y Rusia cuentan con centros logísticos árticos que suponen una ventaja adicional de costes.

INTERESES ESTRATÉGICOS

También hay argumentos medioambientales para limitar la producción de hidrocarburos en los vulnerables ecosistemas árticos, como los que llevaron a Obama a prohibirla y explican la oposición de los activistas en Europa. Dichos obstáculos pueden levantarse como acaba de hacer Trump u obviarse como hace Rusia, pero plantea más dificultades en Noruega o Canadá. En el actual contexto político, en Rusia y Estados Unidos pesan más los intereses geopolíticos que los ambientales.

Así, para Rusia la ruta del noreste es, tras asegurar los recursos energéticos, la segunda prioridad de su política ártica. Su interés estratégico consiste en acortar la navegación entre China y Europa, ofreciendo oportunidades para los puertos y rompehielos rusos, aunque está por ver cómo competiría con la Ruta de la Seda o el Collar de Perlas (una sucesión de puertos amigos en el Índico y el Mediterráneo), proyectos más atractivos para China que depender de Rusia.

SINGLADURA PELIGROSA

Además, el paso del nordeste sigue planteando dificultades logísticas: la singladura es peligrosa, hay riesgo de quedar atrapados en el hielo y los rompehielos encarecen la navegación. Ello plantea problemas a las cadenas industriales globales, dominadas por el 'just-in-time' y para las que retrasos imprevistos suponen costes inasumibles.

Estas dificultades se amplifican en el ámbito energético. La estrategia rusa de abrir la ruta del noreste a sus exportaciones de gas natural licuado desde el Ártico hacia Asia afronta el problema geopolítico de que China no parece dispuesta a dejar su cadena de abastecimiento energético en manos de Rusia.