Editorial

Cambio climático: Trump contra el mundo

La decisión de desvincularse del Acuerdo de París es de una enorme gravedad y certifica que la Casa Blanca no es fiable

Donald Trump, anunciando su retirada del acuerdo climático de Paris.

Donald Trump, anunciando su retirada del acuerdo climático de Paris. / periodico

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La decisión de Donald Trump de desvincular a Estados Unidos de los Acuerdos de París, un pacto trascendental para luchar contra el cambio climático, confirma uno de los peores augurios sobre las consecuencias del acceso del multimillonario a la Casa Blanca. Con el anuncio oficial de ayer, Trump cumple una promesa que formuló durante la campaña electoral, sí, pero es el peor y más triste ejemplo de coherencia. Porque la marcha atrás de Washington en el compromiso de participar activamente con el resto del mundo en el combate contra uno de los mayores problemas –si no el mayor– que amenazan a la humanidad no obedece a la razón ni a ninguna lógica admisible.

En la decisión de Trump han confluido varios factores: desde la demagogia y el populismo para complacer a ciudadanos de EEUU que temen por su economía con un control estricto de las emisiones de dióxido de carbono (como la población de las cuencas mineras de los Apalaches) hasta –y fundamentalmente– la complicidad con los poderosos lobis del petróleo. La arrogancia y la prepotencia de Trump, que se ha permitido poner en duda la gravedad del cambio climático, han hecho el resto. No es descartable que en el fondo subyazca lo que los psicólogos llaman procrastinación –la resistencia a afrontar situaciones incómodas pero que se sabe que no se podrán eludir– y que Trump quiera ganar tiempo para renegociar la estrategia mundial contra el calentamiento de la Tierra, pero aun así su actuación es de una enorme irresponsabilidad.

Los Acuerdos de París, de diciembre del 2015, fueron fruto de arduas negociaciones. Los firmaron 195 países, y que entre ellos hubiera dos tan distintos como China y EEUU –primer y segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero, respectivamente– fue un hito que ahora Trump desnaturaliza gravísimamente. Las posibilidades de que el planeta sea en un futuro no muy lejano un lugar en el que la vida resulte mucho más difícil crecen con su exhibición de altanería y de aislacionismo. La comunidad internacional ya tiene una prueba más de que la Casa Blanca está ocupada por alguien que no es de fiar y que está subvirtiendo, para mal, el complejo sistema de relaciones que rige el mundo. Tenía razón Angela Merkel cuando puso en duda la fiabilidad del pacto transatlántico. Son estos malos tiempos.