Trampas al solitario

Negando la evidencia del autogobierno político y la realidad fiscal acabaremos dejando el país en un callejón sin salida, donde ni los trenes circularán

Junqueras y Montoro.

Junqueras y Montoro. / periodico

GUILLEM LÓPEZ I CASASNOVAS

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Se hace difícil pensar que las cosas se puedan hacer peor. A la vez que <strong>toda una comisión de expertos</strong> se está reuniendo para intentar armar una financiación autonómica que se salga del calificativo considerado unánimemente como chapuza, el Gobierno pactaba al otro día un acuerdo poco presentable con el gobierno vasco sobre su privilegio fiscal y compraba el apoyo del diputado 176, que le permitirá a Canarias, y por extensión en las Islas, un puñado de beneficios de transporte que yo no hubiera conseguido nunca como representante balear en el seno de la comisión ni con el mejor de los argumentos 

Y en paralelo a estos hechos, en el trabajo de los expertos se sigue sin querer entender que Catalunya no es La Rioja o Madrid, que se está perdiendo -a pesar de las proclamas- la conveniencia de reconducir el privilegio foral, y que se agotan día a día las posibilidades de ofrecer un nuevo encaje mínimamente satisfactorio para una Catalunya cada vez más desencajada. Se niegan así alternativas de financiación distintas de las de un Estado que lo recauda todo, estima las necesidades según cree, y transfiere estas recursos con la solidaridad forzada que cree conveniente, sacando a unas Comunidades para dar a otras. 

Desprecia la evidencia de que el principal instrumento de responsabilidad fiscal está en el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) e inventa como recurso autonómico el nombrado IVA colegial (que no se puede catalogar en ningún caso como verdadera responsabilidad fiscal ), y más copagos. 

El primero, uno o dos puntitos de subida a transferir a las Comunidades, se deberá decidir colegiadamente por consenso, que ni está ni se le espera, con una Comunidad como Madrid que se dedica cuando puede a bajar impuestos. Y si los copagos ya son la cara fea de los servicios públicos, cargan en los hombros de las Comunidades la impopularidad de imponer más, pudiendo reprochar por lo contrario que si quieren más dinero para el estado de bienestar que se pongan de acuerdo todas a subir impuestos o que los hagan pagar una por una a sus usuarios.

Nuestro sistema tributario requiere la armonización fiscal de la imposición indirecta, con margen quizá sólo para la fase minorista del IVA y por algunos impuestos especiales, de los que no tenemos todavía señal. Y hay también que unificar mejor un impuesto de sociedades que tarde o temprano debería ser el gran impuesto europeo. 

Negar más responsabilidad fiscal a través del IRPF, con el argumento de que el Estado no puede perder el gran instrumento redistributivo, es ignorar la realidad de quien paga realmente impuestos en España y de que es a través del gasto y no los ingresos que se produce la parte sustantiva de la redistribución de la renta. Negando la evidencia del autogobierno político y la realidad fiscal acabaremos dejando el país en un callejón sin salida, donde ni los trenes circularán. Sin choque, tal vez, pero también sin avance, sin motores, sin recorrido.