IDEAS

Adictos al escenario

Mick Jagger, en un concierto de los Rolling Stones en California en el 2016

Mick Jagger, en un concierto de los Rolling Stones en California en el 2016 / periodico

RAMÓN DE ESPAÑA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Veo en los autobuses de Barcelona el anuncio del concierto de los Stones en septiembre y me pregunto: ¿Por qué lo harán? Me refiero a lo de irse de gira cuando podrían quedarse tranquilamente en casa, disfrutando de su bien ganada fortuna y jugando con sus bisnietos. Personalmente, me hubiese encantado ver en directo a los Stones en 1966, cuando grababan discos en estado de gracia, pero no me apetece nada verlos ahora, cuando llevan viviendo musicalmente de renta desde hace 30 años: mejor quedarse en casa escuchando por enésima vez 'Aftermath', 'Let it bleed' o 'Their satanic majesties request'.

También podría haberme quedado en casa hace unos años en vez de irme al Sónar para ver a Roxy Music, el grupo que me había alegrado la adolescencia. Se centraron en el material de sus dos primeros y magníficos discos, con lo que el contraste entre lo que fueron y lo que eran resultaba especialmente doloroso. Y no es que lo hicieran mal. Y las canciones seguían siendo buenísimas. Pero había pasado el tiempo y parecían una banda de homenaje a Roxy Music en vez de Roxy Music, ese grupo al que me habría encantado ver actuar en 1973.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El rock es un arte juvenil","text":"\u00a0y el estado de gracia de sus representantes dura lo que dura"}}

El rock es un arte juvenil, y el estado de gracia de sus representantes dura lo que dura. A los Stones se les acabó a mediados de los 70; a Roxy, lo mismo; Bowie empezó a languidecer en los 80, pero tuvo el detalle de despedirse de este mundo con un disco excelente; Dylan nos endilga tres discos más de canciones antiguas, el álbum 'Triplicate', y sigue actuando sin parar aunque, a sus 75 años, ya ha dicho todo lo que tenía que decir. Lo suyo es especialmente incomprensible, ya que su natural hosco le lleva a no dirigirle la palabra al público ni a sus teloneros, que siempre se quedan con las ganas de estrecharle la mano y cruzar cuatro palabras, mientras que Jagger aún disfruta de las giras interminables, corre como un gamo por el escenario y, si se pone a tiro una fan de buen ver, la deja preñada.

Empiezo a pensar que este estajanovismo musical consiste en homenajearse a uno mismo, a lo que fue y representó. Y no sé si eso se me antoja patético o admirable, aunque los días buenos me inclino por lo segundo.