Don Benito no es caníbal, la política sí

Gran alegría en la telecomedia '<i>Allí abajo'</i> (A-3 TV): don Benito Benjumea (Mariano Peña) no murió en la Amazonia. Está vivo. Llegó hecho un Adán a la clínica de Sevilla. Parecía un Robinson Crusoe. Pero después de hacerle un chequeo resulta que está como una rosa: triglicéridos superlativos, colesterol bajo, tensión arterial al punto, va sobrado de vitaminas y tiene el corazón, la próstata, los riñones y el hígado como un niño. Hombre, ante este cuadro clínico tan espectacular, todos comienzan a mosquearse mucho. Llegan a la conclusión que los meses que ha sobrevivido en la selva es porque se ha transformado en caníbal. Todos se horrorizan. Pero al final descubren la verdad, o sea, que está en tan perfecta forma porque vivía amamantándose de los pechos de una mona chimpancé muy altruista. ¡Ah! Este regreso de don Benito Benjumea les ha dado a la serie un repunte de audiencia significativo. Es un personaje con mucha chispa. Muy divertido. No obstante, como espectador hubiese preferido que la sospecha de su posible antropofagia se hubiera mantenido. Se le podía haber sacado mucho partido. El canibalismo es un tema muy actual. Hace menos de 48 horas, sin ir más lejos, en 'Al rojo vivo' (La Sexta), apareció entrevistada en dúplex <b>Cristina Cifuentes,</b> presidenta de la Comunidad de Madrid. La UCO ahora también implica en la financiación ilegal del PP. Ferreras le dijo: «Tengo la sensación de que usted no descarta el fuego amigo. ¡Vámos, el fuego del propio PP!», y la señora Cifuentes respondió: «Yo ya no descarto nada». O sea, que ella sospecha que algunos amiguitos, o amiguitas, de su propio partido, han encendido una pira para comenzar a rustirla y comérsela un poquito, lo justo para que su popularidad no suba. Efectivamente, el canibalismo es consubstancial a la corrupción. Todo corrupto siempre es un caníbal.

El reportero volante Gonzo ('El intermedio') acaba de entrevistar al profesor Jaume Muñoz Jofre a propósito de su libro 'La España corrupta: breve historia de la corrupción'. Analizadas las constantes corruptelas, desde la Restauración hasta hoy, ha llegado a una conclusión: «La gente puede acabar diciendo: si los poderosos, los de arriba, los altos representantes políticos, lo hacen, ¿por qué no yo?». ¡Ahh! Es desalentador, pero es exactísimo. Los sociólogos, y los publicistas, saben bien que la tendencia de las clases inferiores siempre es imitar a las selectas clases de arriba.