PASIÓN LITERARIA

En compañía de libros

Uno vive en compañía de libros como el náufrago vive en compañía de cocos y sabe que depende de ellos para la supervivencia

Los puestos de Sant Jordi, instalados ya el sábado en la plaza de la Vila de Badalona.

Los puestos de Sant Jordi, instalados ya el sábado en la plaza de la Vila de Badalona. / JOAN PUIG

JOSEP MARIA POU

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Ocurre todos los años: pasado el día de Sant Jordi, nuevos libros 'okupan' mi casa, y yo dispongo, cada vez, de menos espacio. No es algo que me sorprenda. De hecho, los libros entran en casa al ritmo de varios (y hasta muchos) por semana, para instalarse en los rincones más inverosímiles. Hace tiempo que no puedo sentarme en mi sillón de orejas preferido porque los libros se lo han apropiado de tal modo, que más que sillón parece enredadera. Cuando el sillón lo ocupa el gato, basta un manotazo y, presto, el micifuz deja el sitio libre. Con los libros, no es tan sencillo. 

Uno vive en compañía de libros que, como las mascotas, requieren sus cuidados. Acariciarles el lomo con las yemas de los dedos. Hablar con ellos, como se hace con las plantas. Sacarlos a pasear: coger alguno, de vez en cuando, y salir a leerlo al sol, en tu terraza favorita, sorbito de vermut cada seis párrafos completos.

Hay que saber, también, eliminarlos de tu vida. Una buena amiga mía tiene por costumbre arrancar y tirar las páginas a medida que las lee; de este modo, el libro abulta cada vez menos, y termina, libre de peso y volumen, como diluyéndose en el aire. 

Duele tirar libros. Conservo algunos que sufrieron accidentes y, aún desahuciados, se recuperaron y sobreviven en el rincón más cálido de la estantería. Tengo un tomo de Aguilar con el Teatro Completo de Ibsen que, guardado en un sótano, durante una mudanza, sufrió los rigores de un aguacero; secado luego al sol (más un leve toque de microondas, todo hay que decirlo), parece ahora unos de esos farolillos chinos que se abren en forma de abanico, sus hojas de papel biblia convertidas en rizada escarola. Incluso el blanco y negro de sus páginas tiene ahora cierta coloratura que va del azul al dorado cobrizo (acabo de levantarme y comprobarlo de cerca, para describirlo mejor).

Uno vive en compañía de libros como el náufrago vive en compañía de cocos y sabe que depende de ellos para la supervivencia. Solo en el islote. Sin esperanza de rescate. Conforme.

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