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Mikel Lejarza

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En un panorama repleto de series y en donde hace tiempo que ninguna provoca el entusiasmo que en su día despertaron 'Juego de Tronos', 'Walking Dead', 'Homeland' o 'House of Cards', la temporada pasada se habló mucho de 'The people versus O. J. Simpson', miniserie centrada en el juicio al célebre exjugador de fútbol americano. Creada por Ryan Murphy ('Nip / Tuck', 'Glee', 'American Horror Story'), la idea que proponía era bastante original: se trataba de ficcionar cada temporada un hecho ampliamente conocido por el público al haber sido protagonizado por personas populares. Crítica y público por una vez estuvieron de acuerdo y el programa tuvo buenas audiencias y comentarios.

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Inventado el concepto, esta temporada se ha estrenado en marzo 'Feud' bajo las mismas premisas, con una historia más alejada en el tiempo, pero no menos apasionante. El título de la serie se traduce por 'contienda' o 'enemistad' y está basado en la cruenta y desesperada rivalidad que enfrentó a las actrices Joan Crawford (interpretada por <b>Jessica Lange</b>) y <b>Bette Davis</b> (<b>Susan Sarandon</b>) durante el rodaje de la película '¿Qué fue de Baby Jane?', que dirigió en 1962 Robert Aldrich. La serie para el canal FX, aquí en la exquisita HBO, muestra con realismo lo que se esconde tras el glamur ficticio en la existencia de las grandes estrellas del cine.

La película narraba la relación entre dos hermanas que en su día fueron actrices muy reconocidas, pero a quien el paso del tiempo ha sumido, a una de ella en una silla de ruedas y a las dos en la decadencia. Algo bastante paralelo a lo que les ocurría a las actrices principales del filme en su vida real. Joan Crawford y Bette Davis venían de reinar en las pantallas en las décadas precedentes, pero en Hollywood por aquel entonces un grupo de nuevas actrices entre las que destacaba Marilyn Monroe estaba ocupando su lugar, al tiempo que en sus rostros comenzaban a aparecer las arrugas y el maquillaje abundaba más que las sonrisas. Y como resultado de todo ello, el dolor, la soledad, la desesperación.

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El cine ha contado el declive de las estrellas en más de una ocasión, porque es una industria que adora hablar de sí misma y regodearse en sus mezquindades; pero en la televisión historias así, desmitificadoras y que muestran las rivalidades, la vanidad y los egos que hay detrás de los decorados no han sido tan abundantes. La serie del genial Ryan Murphy lo hace con brillantez y sin piedad hacia los personajes que retrata, al tiempo que muestra las tripas de un sector industrial descarnado capaz de fabricar estrellas con la misma facilidad que para destruirlas.

El brillante Stanley Tucci interpreta a Jack L. Warner, jefe del estudio de producción del largometraje; Alfred Molina es el director Robert Aldrich. Escuchando sus diálogos se aprende sobre este oficio más que en cualquier máster en comunicación audiovisual. La película fue un éxito y la serie tendrá continuación en otra que contará la relación entre el Príncipe Carlos y Diana de Gales. Las buenas historias parten siempre de un conflicto y la vida los ofrece a montones. Es curioso, el entretenimiento, que se supone divertido, necesita de líos y jaleo. Sin alboroto la realidad nos aburre.