EL RADAR

Inquisición sin complejos

El autobús de Hazte Oír es la expresión de aquellos que niegan la diversidad y la libertad

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JOAN CAÑETE BAYLE

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Cuando las palabras no significan lo que significan, sino lo contrario, es señal de que vivimos malos tiempos. "La Inquisición gay ha impuesto su dictadura", se lamentó Ignacio Arsuaga, el presidente de Hazte Oír, en referencia a la prohibición de circular a su autobús tránsfobo, el que dice: "Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si naces mujer, seguirás siéndolo". Y se quedó tan ancho, el ultracatólico acusando de inquisidores a los homosexuales, ancestrales víctimas de la auténtica Inquisición y sus descendientes, tan católicos como Arsuaga y su organización, a la que el también muy católico Jorge Fernández Díaz declaró de "utilidad pública" porque promueve "el interés general".

Arsuaga pretende transmitir un mensaje tránsfobo dirigido a los niños en nombre de la maltratada libertad de expresión y de la ciencia. Sí, la misma ciencia con la que tradicionalmente católicos tan de pura cepa como Arsuaga no se han llevado demasiado bien, como le recuerda en una carta que envió a Entre Todos Óscar Plumed, de Barcelona: "Son aquellos que quemaron en la hoguera a Miguel Servet (...)  y a Copérnico después de publicar su famoso ‘De Revolutionibus...’ en 1543 que negaba el geocentrismo; y que casi lo hacen también con Galileo, considerado por muchos físicos y filósofos de la ciencia como el padre de la moderna ciencia y el método científico".

"CONTROVERTIDO Y POLÉMICO"

Si se dedicara (aún más) a la política, a Arsuaga muchos cronistas lo llamarían un político "sin complejos", o bien "controvertido", quizá "polémico". Otros dirían de él que dice "verdades como puños" y que rompe con la dictadura de lo políticamente correcto en nombre de la libertad. Como Donald Trump, vamos. En realidad, bajo  el nombre de la libertad sus posturas son opresoras; sus verdades no son más que falsedades; su defensa de la opción personal no busca otra cosa que cercenar la de quienes no son ni sienten ni piensan como ellos. Son, ellos sí, inquisidores sin complejos. "A veces, cuando veo o escucho las noticias (...) creería que vivo en plena Edad Media. Ese autobús tránsfobo de la vergüenza, en plena ciudad de Madrid, con pretensión de ‘lucirlo’ por media España...", se lamenta José Manuel Fernández-Arroyo, de Barcelona. Arsuaga aspira a que todo el mundo sea como él; esa es una diferencia de base entre un inquisidor de verdad y aquellos a quienes acusan falsamente de serlo.

Arsuaga no está solo. Lo acompañan muchas otras voces, en radios, teles y diarios digitales e impresos; en púlpitos y universidades; en ayuntamientos, parlamentos, gobiernos y palacios residenciales. Los inquisidores sin complejos abundan en estos tiempos, e incluso ganan elecciones o aspiran a ganarlas. Se aprovechan de la falta de referentes, de la confusión imperante, del paso de la verticalidad a la horizontalidad, de lo unidireccional a la estructura en red. Hemos dado el salto del "todas las opiniones son respetables" a los "hechos alternativos", Kellyanne Conway dixit

INTOLERANCIA CON EL INTOLERANTE

Son un movimiento reaccionario e intolerante, fobo de aquello que no sea blanco, masculino, hetero y cristiano. Niegan la igualdad. Niegan la diversidad. Niegan el derecho a elegir. Les dicen a las mujeres qué deben hacer con su cuerpo y a los hombres cómo deben sentir en su cuerpo. Y llaman inquisidores a las víctimas de su inquisición. Ante autobuses como el de Hazte Oír, solo cabe la batalla ideológica, la intolerancia contra el intolerante. Porque no es verdad que todas las opiniones valgan lo mismo. Esta de Mireia Clotet, de Peralada, por ejemplo, vale mucho: "Tanto da el órgano sexual con el que hemos nacido. Todos tenemos un corazón que late, un sentir, un pensar, una intimidad impenetrable y respetable, por ley, por sentido común y por humanidad. No importan las creencias y las religiones, prevalece la educación y el trabajo ‘para hacer de este mundo un lugar digno de sus hijos’, en palabras de Pau Casals".