El segundo sexo

El último tabú

Que una mujer diga públicamente que se arrepiente de haber sido madre se ha convertido en la más criticada salida del armario

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IMMA SUST

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El mundo está lleno de normas no escritas completamente absurdas que seguimos a rajatabla por miedo a quedar mal o perder amistades. Nunca te enrolles con el exnovio de una amiga, o el cliente siempre tiene la razón. Ahora los que salen del armario ya no son los gais. Los que salen son los matrimonios que no quieren tener hijos, las parejas abiertas que practican sexo con otra gente y las madres arrepentidas. Aquí se abre la caja de Pandora. Una de las normas universales no escritas de la historia de la humanidad habidas y por haber es que jamás de los jamases se puede decir: «Ser madre es un coñazo y me arrepiento». Si ya quedabas mal diciendo que no querías tener hijos, el hecho de tenerlos y decir tranquilamente en un libro o una entrevista que tu vida es un infierno, o que si pudieras darías marcha atrás, se ha convertido en la peor y más criticada de las salidas del armario.

Los ataques vienen por todos lados, pero sobre todo de madres. Mujeres que han pasado por esto y no soportan que otras desprecien o no vivan con la misma intensidad ese gran regalo del que disfrutan ellas cada día. Mujeres que gritan sin titubear que lo mejor que le pueda pasar a una mujer en la vida es tener hijos.

LOS HOMBRES, COMO SI NO EXISTIERAN

Eso me preocupa. No es la primera vez que lo oigo, y me parece interesante de analizar. Primero, porque en el caso de que eso sea cierto, no veo por qué no puede ser lo mejor que le pueda pasar a una persona. Aquí los hombres es como si no existieran. Tampoco creo que la felicidad máxima de una mujer se limite a una sola cosa, y me parece absurdo creer que todos tenemos los mismos sentimientos, las mismas metas y la misma forma de entender la vida. Pero hay algo que sí nos une a todos: no nos gusta que nos ataquen. Y de alguna forma, estas madres indignadas se sienten atacadas. Eso me hace pensar que si se enfadan tanto es porque las otras las han desenmascarado. Desde el inicio de la humanidad, las mujeres han tenido hijos, han tirado para adelante y no se han quejado jamás. Han seguido con la tradición de contar a sus hijas que tener hijos es lo mejor que les puede pasar en la vida, y así hasta la actualidad, donde de repente esta norma no escrita se tambalea porque algunas mujeres rompen el tabú y se atreven a decir su verdad.

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La última ha sido Samanta Villar,  que en una entrevista ha dicho que tener hijos es perder calidad de vida y que no es más feliz ahora de lo que era antes. Francamente, no lo veo tan grave. Yo no soy madre, pero tengo amigas y un sobrino que adoro y soy consciente de la dureza de criar un hijo. Y en el caso de Samanta lo multiplicamos por dos, ya que tiene gemelos. Si a ti, madre coraje, te da tanta rabia que otra madre no viva su maternidad igual que tú, igual el problema lo tienes tú. Todas atacan diciendo: «¡Qué pensarán sus hijos cuando crezcan!». No sé qué pensarán, pero seguro que no serán niños sobreprotegidos ni dependientes emocionalmente de sus madres. Algo me dice que serán más fuertes. Tendrán una madre sincera, con personalidad, que les dirá la verdad.

EL SACRIFICIO, HERENCIA DEL CATOLICISMO

Y las que reconocen la dureza del tema, siempre lo hacen desde el punto de vista del sacrificio. Estoy harta de escuchar a amigas con hijos que me dicen que llevan tres años sin ir al cine o a cenar. ¿En serio? ¿No puedes dejar a tu hijo con tu marido un par de horas y salir a dar una vuelta o ir al teatro? Igual aquí el problema es tu pareja, que no está a la altura. Y aquí tienes otra dualidad. No mola ser madre y tu amante es un desastre como padre. ¡Zasca! Pero eso tampoco lo diremos jamás. Nos haremos las víctimas. Y aquí aparecen aquellas supermadres que se sacrifican por sus hijos. Esa cosa tan católica. No viajo, digo que no a muchos trabajos interesantes, no duermo, me paso el día haciendo lavadoras y planchando, pero soy mucho más feliz que antes y esto no lo cambio por nada, dicen algunas con un rostro triste que parece decir lo contrario. La verdad es que aunque quisieras no podrías hacerlo. Este es el maldito drama. No hay plan B. 

UN PACTO DE SILENCIO PLANETARIO  

Todas esas madres enfadadas con Samanta, si tuvieran el valor o la osadía de decir en algún momento de su vida que igual no siempre son superfelices siendo madres, se sentirían tan asquerosamente mal que prefieren engañarse a ellas mismas hasta el fin de su existencia haciendo creer al universo que su vida es maravillosa. Es esa norma no escrita, ese pacto de silencio que se sigue a rajatabla prácticamente en todo el planeta. Jamás diremos la verdad y así la humanidad seguirá existiendo. Y si realmente Samanta Villar lo está pasando tan mal, igual es porque infravaloró el hecho de ser madre. Si todo el mundo lo hace, no debe ser tan difícil. Aquí está el gran error. Hay muchas colas en el mundo y la más larga no tiene por qué ser la mejor. Hay gente a la que no le gusta el fútbol, en serio. Hay otra vida.