EDITORIAL

El espejo lingüístico de Trump

España no anda muy sobrada de razones para dar lecciones a la Casa Blanca de respeto a la diversidad lingüística

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Destacados políticos españoles lanzaron este fin de semana sus dardos contra el flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump porque una de sus primeras decisiones fue retirar la traducción al español de la página web de la Casa Blanca. Trump ha faltado al respeto a millones de ciudadanos de su país, que pagan religiosamente sus impuestos y que en muchos casos le votaron. Su decisión no tiene justificación porque más allá de esta conculcación de derechos rompe con la tradición integradora de la sociedad y de las instituciones norteamericanas.

Pero en la era de la transparencia, los dardos políticos no alcanzan sus objetivos si están cargados de demagogia. Un simple chequeo de las webs de las principales instituciones españolas, desde la Moncloa hasta el Senado, demuestra que España no está muy sobrada para dar lecciones de defensa de la pluralidad lingüística. Más aún porque el catalán, el vasco y el gallego son lenguas cooficiales. cosa que no ocurre en el caso del español en Estados Unidos.  Ni tampoco están para dar lecciones los partidos y las instituciones catalanas en lo referente al uso del castellano con excepciones más que notables como la web del Gobierno de la Generalitat o del ayuntamiento de Barcelona.

DECLARACIONES DEMAGÓGICAS

Evidentemente, para opinar sobre Trump no hay que estar impoluto pero sí que es exigible que lo que se reclama al presidente de los Estados Unidos se exija también aquí. La demagogía de declaraciones como las de Susana Díaz declaraciones como las de Susana Díazse desvanecería si fuesen igual de contundentes con respecto a las lenguas cooficiales en España.

Sí que hay un denominador común entre Trump y los usos lingüísticos de las instituciones comunes del Estado. Trump utiliza el menosprecio al español para dividir a la sociedad norteamericana de acuerdo con sus intereses políticos. Empeñarse en usar las lenguas para dividir en lugar de fomentarlas para sumar es siempre un bumerán político, en Washington, en Madrid o en Barcelona. Esta miopía es aún más grave en la era digital. La tecnología permite hoy moverse de una lengua a otra en tiempo real sin excesivos sobrecostes. El gasto, pues, no puede ser en ningún caso una excusa para dejar de respetar la diversidad que es, en última instancia, el mejor garante de la unidad cívica y política.