Los efectos de una gran crisis humanitaria

Refugiados, condenados a morir de frío

Todo el mundo sabía que se acercaba a Grecia un fenómeno meteorológico con temperaturas extremas

Campamento de refugiados de Moria, en Lesbos, completamente nevado.

Campamento de refugiados de Moria, en Lesbos, completamente nevado. / periodico

ANGELIKI NIKOLOPOULOU

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El pasado día 5, Yannis Mouzalas, el ministro griego de Inmigración, expresó públicamente su satisfacción porque ningún inmigrante o refugiado pasaba frío. Esa misma noche, Grecia estaba literalmente congelada. Y no es que no se supiese, todo el mundo lo sabía y había sido anunciado durante días en las noticias: 'Ariadna', el fenómeno meteorológico que iba a afectar a Grecia con temperaturas árticas al inicio del 2017, ya había llegado.

 Actores locales, activistas y algunas ONG han estado luchando por que se trasladen a los refugiados de los campos a lugares mejor habilitados. De forma similar, los mismos refugiados han estado expresando la urgente necesidad de calefacción, agua caliente y condiciones de vida decentes. «Les dijimos que si no teníamos calefacción en el campo para todos, no dejaríamos entrar a nadie (refiriéndose al campo)», comentaba M.O., padre de seis niños en un campo en el norte de Grecia. «Conocéis mi situación, lo sabéis todo sobre mí y mi familia pero no hacéis nada...» decía L. S., madre soltera de cuatro hijos en el campo de Softex, mientras amenazaba a un representante de ACNUR con su bolso justo antes de Navidad.

LOS DÍAS MÁS FRÍOS

El ministro de Inmigración creía que estaban a salvo y todo bajo control. A pesar de eso, la realidad de las personas que se encuentran en campos pequeños no tiene nada que ver con estas declaraciones, ya que miles de refugiados en Moria y Samos están pasando en tiendas de campaña los días más fríos de las últimas décadas en Grecia

Ayer por la mañana no había electricidad en los campos de Softex ni Vasilika, ya que en ausencia de calefacción central las estufas eléctricas han producido un colapso de la red. Los campos de Vasilika y Oreokastro están expuestos a temperaturas de entre 10 y 15 grados bajo cero. El ayuntamiento les ha facilitado estufas grandes que, lamentablemente, tienen un efecto limitado (o ninguno) en espacios abiertos tan grandes. 

RETOS SIN RESPUESTA

De nuevo se podría decir que el extraordinario número de refugiados e inmigrantes, junto con la recesión económica y las condiciones de temperatura extrema, crean retos a los que el Gobierno debería dar respuesta. Pero este argumento es evasivo y potencialmente peligroso, ya que ofrece de forma constante una coartada a prácticas inaceptables. 

Al mismo tiempo, sobre el terreno presenciamos el gasto enorme de recursos por parte de las instituciones y las organizaciones. Tenemos una crisis extraordinaria y una partida de dinero extraordinario asignada para aliviarla.    Desafortunadamente, hay una total falta de esfuerzos coordinados para asegurar la seguridad de las personas en los campos de refugiados en Grecia. Según la Constitución griega, «el respeto y la protección de la dignidad humana son obligaciones fundamentales del Estado». Y también señala: «Toda persona en territorio griego disfruta de la absoluta protección de la vida, honor y libertad, sin prejuicio de su nacionalidad, raza, idioma y creencias religiosas o políticas». 

En otras palabras, es obligación del Estado velar por las seguridad y unas condiciones decentes dentro (y fuera) de los campos. Y por tanto, debemos concluir que exponer a las personas refugiadas a temperaturas árticas equivale a un trato inhumano, contrario al artículo 3 de la Convención Europea de los Derechos Humanos.