Globalización y Estado de bienestar

El viraje social de la derecha

Las fuerzas conservadoras están pescando apoyos populares en caladeros que tradicionalmente eran de la socialdemocracia

El presidente electo de EEUU, Donald Trump, en una foto de archivo.

El presidente electo de EEUU, Donald Trump, en una foto de archivo. / periodico

ANTÓN COSTAS

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Entre los muchos cambios que ha traído el 2016 hay uno que hasta ahora no ha recibido la atención debida. Se trata de la inversión de la agenda política que se está produciendo entre la izquierda y la derecha. La derecha, tanto la tradicional como la emergente, está ganando apoyo popular con una agenda social que hasta poco era propia de la izquierda. Dicho de forma metafórica, la derecha está pescando votos populares en caladeros que tradicionalmente eran una reserva de la izquierda socialdemócrata.

Los ejemplos se van multiplicando. Pero quizá los más significativos sean Theresa May en el Reino Unido y Donal Trump en los Estados Unidos. En cuanto sustituyó al dimisionario David Cameron después del 'brexit', May formuló un programa social y económico inédito entre los conservadores. Las dos líneas básicas son la atencion preferente a los que se han quedado atrás con la globalización y el intervencionismo público para promover el crecimiento.

CAPTAR EL MALESTAR

En el caso de Trump, hay que reconocer que su retórica política ha sabido captar mejor que su rival demócrata el malestar social de los que se han quedado atrás. Sin ningún remilgo ideológico, se ha posicionado contra los tratados de comercio que favorecen la desindustrialización y a favor de la inversión pública para estimular el crecimiento y el empleo. No entro aquí en el hecho de que su políticas puedan perjudicar a los trabajadores que le han votado. Lo que me interesa es resaltar que su agenda politica tiene una dimensión popular que no era habitual en la derecha.

Hay otros casos menos conocidos pero también significativos de los gobiernos en Polonia, Alemania o en España. El aumento del salario mínimo y el cambio en el impuesto de sociedades por parte del Gobierno de Rajoy parecen apuntar en esta dirección.

Dado que este viraje social de la derecha está teniendo éxito en la captación del voto popular, la pregunta es inevitable: ¿por qué a la izquierda socialdemócrata y liberal le está siendo más difícil hacer este viraje?

AGENDA GLOBALIZADORA

Una explicación es que la izquierda es deudora de su agenda globalizadora de los años 90. En esa etapa, los partidos de izquierda buscaron articular una sociedad global basada en la globalización financiera y en las nuevas tecnologías. Identificaron modernización social y económica con libertad absoluta de movimientos de capitales y de comercio.

Dejaron las políticas del Estado-nación al albur de los mercados financieros. Pero la globalización sin restricciones significó una camisa de fuerza sobre las sociedades nacionales, obligadas a empobrecerse para subsistir. Las políticas nacionales de cohesión quedaron desarboladas frente a los vientos de la globalización sin control.

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Ese giro hacia la globalización sin condiciones lo iniciaron los socialistas franceses en los años 80. Fueron ellos quienes identificaron la 'modernización' de los países con la adopción de la libertad de circulación de capitales. Y tuvo continuación en las 'terceras vías' de ClintonBlairSchröder y González. En esa etapa, el discurso y la práctica político-económica de la izquierda se confundió con la agenda neoliberal del llamado Consenso de Washington.

¿Por qué lo hicieron? Posiblemente esperaban ocupar el centro político y desplazar a la derecha por muchas décadas. Fue un espejismo generado por un cosmopolitismo internacionalista dogmático. En ese escenario globalizado el Estado-nación sonaba a rancio, a siglo XIX.

DESIGUALDAD Y POBREZA

La agenda globalizadora de la izquierda tuvo que pagar un peaje: el olvido de la desigualdad y la pobreza que iba generando la desindustrialización, el desempleo y la caída de salarios. España es un buen ejemplo.

Después del 'brexit' y de Trump han sonado todas las alarmas. Ya no pueden ignorarse las convulsiones políticas de ese peaje. Es necesario volver a reconciliar crecimiento con  progreso social. Para ello las instituciones redistributivas (impuestos y gastos públicos) y las capacidades de fomento del Estado-nación son indispensables. Pero para lograrlo es necesario repensar la globalización y la integración europea y dar un mayor papel al Estado.

Pero a la izquierda socialdemócrata le cuesta conjugar este mayor activismo del Estado. Como diría el historiador Tony Judt, su problema es discursivo; sencillamente ya no sabe hablar de estas cosas. La derecha, como muestra el ejemplo de May Trump, parece más capaz de hacerlo. Aunque algunas de sus propuestas apunten a un autoritarismo preocupante.