Gestión de la demanda 'versus' gestión de la oferta

Turismo deletéreo

Sin reforma sistémica del modelo turístico seremos un parque temático carente de futuro

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RAMON FOLCH

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Pessoa, Tabucchi, Amália Rodrigues...: referentes indisociables de Lisboa. Graça, Alfama, Baixa, Chiado, Bairro Alto: la Lisboa reconstruida por el marqués de Pombal tras el gran terremoto de 1755, paisaje del 28, el viejo tranvía que la recorre de un siglo a esta parte. Toda esta maravillosa Lisboa mercantil, popular y fadista naufraga ahora en un mar de turistas desorientados. Como Barcelona, con un centro sin barceloneses, parque temático de sí misma. Lisboa y Barcelona, como tantas otras ciudades, han sido subvertidas por un demasiado exitoso turismo de masas

En pocos años, Barcelona ha perdido 70.000 metros cuadrados de oficinas. Es decir, de actividad productiva. Y no sé cuántos de techo domiciliario, con más y más pisos convertidos en apartamentos o con más y más edificios transformados en hoteles. Ferreterías, colmados o papelerías de barrio o seculares establecimientos especializados son ahora tiendas de ropa o bufetes de comida rápida, puras franquicias banales. Los vecinos pierden servicios, sustituidos por una oferta para al turista ocasional. Hartos de tragín, carentes de comercio cotidiano e incapaces de hacer frente a alquileres cada vez más altos, desertan progresivamente. El sistema urbano se empobrece, la ciudad deviene un decorado para una comedia sin interés.

UN DESASTRE SISTÉMICO

En la costa y en algunos espacios interiores ocurre lo propio. A los efectos del turismo masivo se suman aquí segundas residencias y camas frías que pagan un poco de IBI a costa de consumir mucho suelo, demandar servicios municipales con recurrencia inabordable e interferir el sistema productivo preexistente: las barcas de pesca pasean turistas y los agricultores hacen de jardineros o cambian el campo por una puesto de pollo al ast. Los ayuntamientos deben meter en la red un agua que no tienen o recoger montañas de basura solo en fin de semana. Es un desastre sistémico.

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En el 2015, el turismo produjo en Catalunya unos ingresos estimados de 17.000 millones de euros. Es mucho dinero, en torno al 8% del PIB catalán. ¿Cuál es, sin embargo, el coste de gestionar 17 millones de visitantes, con 75 millones de pernoctas regladas? ¿Qué interferencia negativa tiene la generación de este 8% sobre el 92% restante? La expresión "industria turística", tan común, es incorrecta: el turismo masivo es un servicio distorsionador de la actividad industrial propiamente productiva. Y la pérdida incesante de tejido productivo no parece el mejor escenario para un país que quiere ser independiente.

EL CASO DE LA COSTA BRAVA

Expuse estas ideas a un auditorio de empresarios y gestores turísticos en un coloquio organizado por la Fundació Jordi Comas en S'Agaró. El concepto propositivo principal fue la sustitución de la tradicional gestión de la oferta por la gestión de la demanda. Cuando Ava Gardner 'descubrió' la Costa Brava en los años 50 del siglo pasado (filmación de 'Pandora y el holandés errante'), casi no había turistas. En los años 30, Tossa era un pueblo de pescadores, apenas conocido por haber acogido a Marc Chagall, con un modesto hotel regentado por Ludwig Steyer, que se iba a Alemania en busca de posibles clientes. Steyer gestonaba la oferta ante una demanda inexistente. Ochenta años después, Catalunya recibe turistas por millones, pero sigue expandiendo la oferta en vez de gestionar una ya desbordada demanda.

CORRECCIÓN POR UN ACTO DE GOBIERNO

Gestionar la demanda significa determinar quién, cuándo y cómo queremos que venga. Se trata de que los turistas vengan a ver qué hacemos, no que hagamos para que nos vengan a ver. Aalsmeer, Eelde y Naaldwijk rebossan de turistas que visitan sus mercados de flores, pero las flores no están allí para que vayan los turistas, sino porque Holanda lidera los mercados florales europeos. Gestionan la demanda turística hasta el umbral que les interesa. ¿Qué se puede ver hoy en la Rambla barcelonesa? Pues solo turistas que no saben por qué están ahí. La mitad de los puestos de la Boqueria ya no venden comida, sino golosinas y jugos de fruta, es la oferta supeditada a una demanda que está acabando con el mercado como tal.

Las correcciones sistémicas no resultan de la mejora espontánea del propio sistema. Se imponen desde fuera del sistema por un acto de gobierno. Pero solo tienen éxito cuando responden a un modelo global coherente y oportuno y cuando cuentan con una complicidad suficiente del sistema corregido. Eso es lo que ahora nos conviene si no queremos convertir a Catalunya por entero en un inmenso Port Aventura. Las Vegas, por más dinero que procese, nunca será un Estado independiente.

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