Las últimas horas de Ángel Ron

El derribo del presidente del Banco Popular se produjo el miércoles pasado con el conocimiento de Economía y el Banco de España

Ángel Ron, presidente del Popular, durante la presentación de resultados obtenidos por la entidad en el 2015.

Ángel Ron, presidente del Popular, durante la presentación de resultados obtenidos por la entidad en el 2015. / periodico

OLGA GRAU / BARCELONA

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La caída de Ángel Ron de la presidencia del Popular se fraguó en las últimas horas de la tarde del miércoles después de una guerra intestina larvada en el consejo durante meses. La operación de derribo la lideró el mexicano Antonio del Valle Antonio del Valle, un accionista con el 4,5% del capital del banco cuyo desembarco se había producido en el 2013.

Ron ha sido siempre un hombre del Popular. Creció en el banco con cargos directivos en Galicia, Asturias y Cantabria, y dio el salto a Madrid en 1998. Cuando fue nombrado presidente en el 2006, tras la salida de Javier Valls, se convirtió en el más joven en alcanzar ese cargo de la banca en España con 44 años, una liga en la que jugaban Emilio Botín, Francisco González, Isidre Fainé y Josep Oliu. Ser presidente de una entidad fundada en 1926 con el rey Alfonso XIII como uno de sus accionistas lo situó en los círculos de poder financieros y empresariales, especialmente porque el Popular siempre se ha caracterizado por ser una institución eficiente, rentable y estable, con una gran especialización en el negocio de pymes.

Ron contó con el apoyo de la sindicatura de accionistas del Popular, un núcleo duro vinculado al Opus Dei que le garantizó estabilidad en el cargo, apoyo en sus decisiones como la compra del Pastor o dos ampliaciones de capital por valor de 5.000 millones, y le blindó ante operaciones hostiles de compra.

OPERACIÓN CORPORATIVA

El consejo del Popular, como los del resto de las entidades financieras en España, fue fiel a su presidente hasta casi el final, lo que permitió a Ron mantener su máxima, incluso en los peores momentos de la crisis, que repetía como un mantra: "El Popular no aceptará una operación corporativa en la que no mande". Lo decía una y otra vez cuando las quinielas de fusiones con La Caixa o con el Sabadell se repetían.

El apoyo de la sindicatura y de accionistas de referencia como Credit Mutuel (3,95%) y Allianz (3,05%) a Ron se mantuvo intacto hasta el último momento por motivos poco ajustados a los habituales criterios de mercado. Un alto directivo de banca de inversión de la City de Londres relata que esta fidelidad resultaba difícil de entender cuando el banco había perdido un 98% de la capitalización en bolsa desde el 2007. El Popular hoy vale en el mercado 3.945 millones de euros y a los analistas internacionales les sorprende incluso que siga en el Ibex 35.

EQUILIBRIOS COMPLICADOS

Pero los complicados equilibrios dentro del consejo y fuera, con el Banco de España y el Ministerio de Economía, permitieron que la entidad, que pasó los últimos test de estrés de solvencia, mantuviera a Ron en su cúpula. Hasta que algo se rompió el miércoles pasado. La brecha la abrió una consejera independiente, también vinculada al Opus, pero enfrentada al sindicato de accionistas de referencia. La presidenta de la comisión de nombramientos, Reyes Calderón, se alineó con los Del Valle y logró convencer a Credit Mutuel y Allianz de que había llegado la hora de dar un giro a la gestión de la entidad que acumula activos dañados por valor de 33.000 millones de euros.

La que ha sido ocho años decana de la facultad de ciencias económicas de la Universidad de Navarra, es especialista en gobierno corporativo, además de escritora de novela negra. Sabía perfectamente que en España no se cambia un presidente de un banco sin el conocimiento del Banco de España y del Gobierno, o más bien, sin su beneplácito.

CONTACTO CON LINDE

El miércoles, Calderón mantuvo un contacto con el gobernador del Banco de España, José María Linde, y le transmitió que Ron había perdido el apoyo del consejo de administración y que la lucha interna podía acabar dañando la solvencia y la credibilidad del banco, según han confirmado fuentes del Popular, mientras que el supervisor ha declinado hacer comentarios. Hizo lo propio con el Ministerio de Economía dirigido por Luis de Guindos, según relatan fuentes cercanas. Desde ambas instituciones se escuchó su versión y se decidió no tomar partido. Ron se quedó solo y fue en ese momento cuando dio un paso al lado y aceptó su retirada. Se convocó un consejo extraordinario para el mismo jueves en el que se propuso su destitución por Emilio Saracho.

El Popular no ha logrado digerir varios de los errores en los que incurrió en los últimos años. El primero fue lanzarse a la inversión en el sector del ladrillo en el momento más alto del ciclo, en el 2006, pagando precios elevados y asumiendo grandes riesgos. El segundo se produjo en el 2011, ya bajo la presidencia de Ron, cuando el banco se lanzó a comprar el Pastor, por el que pagó 1.300 millones de euros. Lo hizo a pulmón, sin ayudas públicas de ningún tipo y pagando un sobreprecio, mientras otros bancos como el Sabadell se hacían con la CAM con ayudas millonarias.

El mexicano Antonio del Valle ha defendido en los últimos meses la necesidad de abrir el banco a operaciones corporativas que aumenten el valor para el accionista. El sector atraviesa un momento especialmente delicado por los tipos de interés en el 0%, el todavía bajo consumo, la purga inacabada de la morosidad y el cambio tecnológico. Con el cambio de Ron, el panorama de los gestores de la banca ha cambiado drásticamente en España.

Ana Botín sustituyó a su padre cuando este falleció, Isidre Fainé se ha retirado de la presidencia de CaixaBank siendo relevado por Jordi GualIgnacio Goirigolzarri regresó a la banca comercial para relevar a Rodrigo Rato en Bankia, y Saracho será ahora el nuevo presidente del Popular. Fuentes del sector aseguran que lo que ha ocurrido en el Popular esta semana marca un antes y un después en el sector. La apuesta por un perfil más financiero y con visión de mercado como es Saracho apunta a que viene una etapa en la que las operaciones corporativas volverán a escena. Será cuando las valoraciones y la situación política lo permita. Y cuando la necesidad apriete.