La posverdad de las mentiras

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JORDI PUNTÍ

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Aunque no estemos ni en diciembre, estos días el diccionario de Oxford ya ha anunciado que la 'palabra del año' del 2016 es posverdad. Mira que había palabras para mostrar el descrédito de la política en medio mundo, del Brexit al 'sorpasso', pero al final se han decidido por una que está de moda y en el fondo es un subterfugio para no decir 'mentira'. Si pensamos en la victoria de Trump y el desenlace imprevisto en los referendos del Brexit y sobre las FARC en Colombia, quizá sí que esta impostura represente al 2016 como ninguna otra: difundir falsedades para alimentar el miedo. Se cita a menudo aquella frase de Goebbels, ministro de propaganda nazi, según la cual “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Hoy en día, una mentira dicha solo una vez, pero amplificada millones de veces en las redes sociales, se convierte en una posverdad. He aquí la pirueta lingüística. Si hubieran dicho la Nueva Verdad, habríamos entrado directamente en el territorio del Gran Hermano de Orwell.

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Nietzsche tiene un texto en el que plantea que la verdad y la mentira son convenciones creadas por el hombre para vivir en sociedad. Con el lenguaje, pues, nace también el arte del engaño y, sobre todo, del autoengaño (las religiones, por ejemplo). Frente el ser racional y científico, dice Nietzsche, está el ser intuitivo, que quizá tampoco es feliz, pero se deja llevar por el instinto y se siente más libre. La posverdad parece nacida para empujar a la gente a ser intuitiva, como si les dijera: os miento, de acuerdo, pero así os parecerá que votáis libremente, sin el engañoso razonamiento de los políticos.

Pensaba en todo ello  el otro día, viendo en el cine esta película de ciencia ficción que se llama 'La llegada', de Denis Villeneuve. Cuando unos extraterrestres llegan a la tierra, el gobierno estadounidense pide a una lingüista que descifre su lengua para comunicarse con ellos. El contacto con los alienígenas da grandes momentos de cine, pero como siempre las reacciones de políticos y militares están a punto de estropearlo todo. El film termina con un punto de esperanza. Se nota que está hecho desde la convicción de que Trump no podía ganar las elecciones.