El tablero político catalán

El espacio liberal

Durante más de tres décadas el liberalismo se ha convertido en un espacio cautivo del pujolismo

El expresidente de Convergència, Artur Mas, durante la rueda de prensa que ofreció en la sede del partido ayer, a falta de dos días para el inicio del congreso fundacional.

El expresidente de Convergència, Artur Mas, durante la rueda de prensa que ofreció en la sede del partido ayer, a falta de dos días para el inicio del congreso fundacional.

JOAN PUIGCERCÓS

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La reconstrucción del espacio liberal es una más de las pugnas políticas que se están registrando hoy aquí. Un debate que apenas se está iniciando, pero no por ser de baja intensidad deja de ser menos importante para la configuración del nuevo sistema de partidos en Catalunya. Durante más de tres décadas el liberalismo se ha convertido en un espacio cautivo del pujolismo. El liberalismo como ideología y práxis política nunca ha gozado de plenitud en Catalunya por el sesgo democristiano y conservador que se convertían en elementos conformadores de la coalición convergente. Una suma de corrientes, intereses e ideologías que impedían articular un discurso nítidamente liberal en cuanto a derechos civiles, la lucha para garantizar la libre competencia y una apuesta clara y decidida por la reducción del intervencionismo de los poderes públicos.

En España la cosa ha ido mucho peor todavía. La derecha posfranquista de corte conservador ha capitalizado todo el discurso, y a excepción del pequeño paréntesis de Adolfo Suárez con el CDS –y aun así habría que hacer muchos matices– no ha habido ningún intento real de vertebración política. José María Aznar y los suyos intentaron apropiarse del concepto, pero todas sus políticas iban en sentido contrario. Más dirigismo, menos libertad y sobre todo más oligopolios. No en vano mucha ciudadanía española y catalana identifica la ideología liberal con la derecha más dura.

FRACASO DE CIUDADANOS

El nacimiento de Ciudadanos tampoco ha podido suplir este vacío histórico en la política española. El partido de Rivera nació como reacción al catalanismo, y más concretamente al independentismo, y fruto de ello se ha convertido en una suma diversa de nacionalismo español, conservadurismo y exmarxistas. La media aritmética de todas estas procedencias no da un proyecto liberal. El papel lo aguanta todo, pero la praxis es otra cosa, como se ha visto con la investidura de Rajoy.

Hoy en Catalunya hay tres iniciativas que han entrado en la pugna para articular este espacio político. En primer lugar, el partido de Mas y Puigdemont, el PDECat. Hasta ahora habían sido los albaceas del espacio. A pesar de la entrada de Ciudadanos, la antigua CDC todavía forma parte del Partido Liberal Europeo y del grupo liberal en el Parlamento Europeo. Las dificultades para un rearme liberal del discurso del partido de Mas son obvias debido a la crisis económica y al proceso independentista si tenemos en cuenta que la mayoría parlamentaria y el Govern son compartidos con ERC e independientes de izquierdas como Forcadell, Llach, Bel o Romeva. Un verdadero movimiento de placas tectónicas hacia la izquierda que se ve agravado aún más por la dependencia de los votos de la CUP. A partir de seguidores de Mas han nacido dos nuevas propuestas para cubrir el espacio: el Col.lectiu de Catalans Lliures, impulsado por un grupo de jóvenes profesionales que se sitúan nítidamente a favor de la propuesta independentista, y la iniciativa que encabeza el 'exconseller' convergente Antoni Fernández Teixidó.

EQUILIBRAR EL 'PROCÉS' 

Los liberales independentistas no aspiran a convertirse en un partido político. Como no se cansan de repetir, aspiran a equilibrar el proceso soberanista ya que según ellos es cautivo de los diez diputados de la CUP. No en vano en su manifiesto fundacional hay militantes del PDECat y ERC. El caso de Fernández Teixidó y los suyos es sustancialmente diferente, ya que aspiran a convertirse en una opción electoral y abrir una brecha entre 'exconvergents' y Ciudadanos. En su presentación pública quedó claro que gozan de la simpatía de determinados poderes económicos deseosos de poder articular una propuesta autonomista no independentista que recoja el voto de centro derecha.

Todo ello es una tarea ardua y difícil porque el liberalismo no es precisamente la defensa del 'statu quo'. Para convertirse en una opción electoral decisiva es precisa una defensa clara y contundente de la libre competencia. Una opción liberal que no apueste por desmontar el 'capitalismo del BOE' que se ha instalado entre nosotros no será una opción útil para empresarios, autónomos y asalariados que buscan más libertad política y económica.

Aquí es donde ha naufragado Ciudadanos y donde CDC ha sufrido tradicionalmente. Y en el caso de los partidarios de construir una propuesta liberal de carácter autonomista, su credibilidad también dependerá en buena medida de cómo detallen la relación entre Catalunya y España.

El colectivo capaz de articular una opción liberal que defienda la libertad de los ciudadanos frente a los abusos de las grandes corporaciones y el apoyo, demasiado a menudo acrítico e incondicional, que las administraciones públicas les dan será decisivo para decantar la balanza entre la defensa de un modelo político obsoleto o la aceleración de cambios profundos.