Análisis
Reflexiones sobre el #Pokegolpe
La estabilidad de Turquía le conviene a casi todo el mundo
Francisco Veiga
Profesor de Historia Contemporánea de la UAB y coordinador de Eurasian Hub.
FRANCISCO VEIGA
En plena era de la información digital y de las redes sociales, no deja de causar asombro que la credulidad ciudadana haya aumentado tanto. El viernes por la noche, ya en la madrugada del sábado, no faltaba quien diera por victorioso el golpe de Estado en Turquía, cuando en ninguna televisión habían aparecido ni junteros, ni generales dando la cara como nuevo poder. En realidad, hace ya más de medio siglo que la televisión se ha convertido en el certificado de cualquier triunfo (o fracaso) golpista.
Este comentario viene a cuento sobre la resiliencia de mitos y argumentos supuestamente explicativos cuando la actualidad se convierte en algo difícil de interpretar. Y un golpe de estado es, por definición, una acción cuyo éxito tiene mucho que ver con la velocidad de ejecución y el factor sorpresa. Pero si le añadimos el papel geoestratégico decisivo que ocupa Turquía en relación a todo un abanico de regiones sensibles, podemos intuir la complejidad de intereses que interactúan en Anatolia y que se han renovado completamente desde 1991. Por lo tanto, la apelación mecánica al historicismo y los tópicos preconcebidos solo genera humo.
CUATRO GOLPES
Es cierto que desde el final de la segunda guerra mundial se han producido cuatro golpes de estado militares; en 1960, 1971, 1980 y 1997. Lo cual no quiere decir que las cosas estén en Turquía como hace 30 años. Hace tiempo que las fuerzas armadas turcas no son ya el bastión pétreo del antiguo kemalismo institucional. Desde la llegada del AKP al poder en el 2003, se han producido purgas, juicios y relevos de mandos, rupturas con aliados estratégicos tradicionales (sobre todo Israel) y, especialmente, cambios en el poderoso servicio de inteligencia, el MIT.
Eso no ha transformado al Ejército de abajo a arriba, pero sí que ha roto unanimidades, como se ha podido comprobar con el fallido golpe del viernes. Tanto que, al parecer, no hubo más remedio que organizar algo parecido a un pronunciamiento: salir a la calle esperando que se sumen otras guarniciones -como sucedió con el 23-F español- mientras se intentaba neutralizar a Erdogan. Pero este les ganó la partida a través de una llamada por FaceTime, algo que tras el 'golpe posmoderno' de 1997 sitúa a Turquía en la vanguardia de las tendencias putschistas, enlazando con la fiebre del Pokemon Go y generando en redes sociales irónicas similitudes con un 'Pokegolpe'.
¿Y a partir de aquí, qué? Se acumulan los pronósticos más dantescos o improbables (los "cisnes negros" de Taleb) que, a partir de recientes acontecimientos, hemos aprendido a tener en cuenta. Una dictadura de Erdogan, represión a mansalva, un con respecto a la OTAN, bandazos hacia el islamismo radical. Pero hemos de tener presentes dos consideraciones importantes. Una, que los principales partidos políticos de oposición, el ultra MHP y el kemalista CHP, condenaron el intento de golpe y sus diputados sufrieron el bombardeo del Parlamento.
EL KEMALISMO
Erdogan está lanzando una purga contra los últimos bastiones del kemalismo institucional: la judicatura y las fuerzas armadas, pero eso no parece que conlleve necesariamente la anulación del kemalismo político. Por otra parte, tenemos esa curiosa insistencia en culpar a Fethullah Gülen y su movimiento (el Hizmet) en los entretelones del golpe fallido. Algo que, en realidad, podría ir en el sentido de pedir cuentas a Washington por lo sucedido y una muestra de buena voluntad. Gesto que se ha reforzado con el cierre de la importantísima base aérea de Incirlik, básica para el esfuerzo de guerra contra el ISIS y para la OTAN en toda la zona.
En efecto, todo se puede complicar y descontrolar. Pero también hemos de recordar que la estabilidad de Turquía le conviene a casi todo el mundo. Los rusos están ansiosos por relanzar el negocio de la energía hacia Europa a través de los ductos que pasan por Turquía; y no desean tener problemas desde ese flanco en su intervención en Siria. Ankara necesita de todo el apoyo que pueda dar Rusia para afrontar represalias terroristas que puedan llegar de Asia Central. Para los chinos y su proyecto de nueva Ruta de la Seda, Turquía es una valiosa estación de llegada o tránsito hacia Europa.
Los árabes han metido en los bancos turcos muchas inversiones y divisas, y no les conviene la inestabilidad en ese país. A los turcos, la retirada masiva de esos capitales les supondría un daño financiero irreparable. Qué decir de Turquía como miembro de la OTAN desde 1952. La mayor parte de los cuatro golpes históricos que sufrió el país tuvieron mucho que ver con las tensiones izquierda-derecha en plena Guerra Fría y con el hecho de que ese país era el único aliado atlantista que tenía frontera con la URSS; y que además guardaba los Estrechos. Solo el golpe 'posmoderno' de 1997 estuvo relacionado con la pugna islamismo-kemalismo institucional. Y seguramente, con los planes de intervención en los conflictos balcánicos. Por lo tanto, ¿a quién le conviene una Turquía patas arriba? Al ISIS, por supuesto.
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