Las consecuencias del 'brexit' y el 26-J

Sentir, pensar, votar

El PSOE debe evitar en la investidura de Rajoy una actitud de 'nosotros' y 'ellos', más emocional que racional

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JOSEP BORRELL

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En un reciente artículo en EL PERIÓDICO [La 'Incerta glòria' de Borrell & Junqueras, publicado el 22 de junio] se nos recordaba que sentimos antes que pensamos (Rousseau), pero que no se puede argumentar con emociones (Kant). Pero todos, y en todas las situaciones, actuamos con una mezcla de razones y emociones. Cuando votamos sintetizamos en el voto un complejo conjunto de cuestiones. En un referéndum el  o el no no admiten matices. Parece que las emociones influyen cada vez más en las decisiones políticas, y que los datos pierden importancia cuando chocan con nuestras emociones. Quizá por eso las elecciones parecen funcionar, desgraciadamente, como la potabilizadora de las aguas fecales de la política.

EL 'BREXIT' Y EL SENTIMIENTO IDENTITARIO

El brexit brexites un claro ejemplo de victoria de la emoción sobre la razón. Y del populismo que apela a resentimientos y prejuicios. La inmediata caída libre de la libra dio la razón a los que advirtieron de los costes económicos de irse y las ventajas de quedarse. Otros contaron cuentos chinos sobre la subida de pensiones con los millones de libras que traería la salida de la UE, para reconocer el día después que se habían excedido en sus cálculos. Excitaron el sentimiento identitario y la preferencia por un país donde se pudiera limitar el número de polacos y rumanos, y mañana el de turcos, para preservar el nosotros, que nos lo montamos mejor solos, frente al ellos, de los que no tenemos nada que aprender y cuya compañía nos sale muy cara.

En realidad los británicos sobrevaloran su aportación neta al presupuesto comunitario tanto como el número de inmigrantes que han acogido. Seguro que los jóvenes educados y abiertos al mundo del Londres cosmopolita se sienten más nosotros, con los demás europeos, que la población rural envejecida de las áreas desindustrializadas perdedoras de la globalización. Cada uno con su particular mix de emoción y razón, entre todos han tomado una decisión que hay que respetar pero que plantea graves problemas que no parece que nadie hubiera previsto cómo resolver.

UN GOBIERNO PROGRESISTA NO ES POSIBLE

¿Cuánto habrá influido el brexit en el resultado de nuestras elecciones? Seguramente ha reforzado el voto conservador y la búsqueda de estabilidad ante un futuro más incierto. El fracaso de la alianza Unidos Podemos en el intento de sorpassar al PSOE se debe, en parte, a un análisis más racional y menos emocional de esa alternativa, sobre todo después de ver cómo boicoteaba la posibilidad de un Gobierno progresista alternativo al del PP.

Ahora, nos guste o no, el mapa parlamentario ha cambiado lo bastante como para que esa posibilidad no exista. Aunque no siempre se correspondan la variación de los votos recibidos y la de los escaños obtenidos. El PP sube 4,5 puntos su porcentaje de voto y gana 14 diputados. El PSOE lo eleva ligeramente, 0,5 puntos, pero la alquimia de la regla D'Hondt le hace perder cinco escaños. Unidos Podemos cae cuatro puntos y se queda con los mismos diputados. Y Ciudadanos se queda con el mismo porcentaje pero pierde ocho diputados.

HARÍA FALTA UNA ABSTENCIÓN DEL PSOE

También se ha esfumado la posibilidad de un Gobierno de centroizquierda formado por PSOE y Ciudadanos. El rechazo mutuo de C's y Podemos imposibilita el acuerdo tripartito que intentó Sánchez. El bloque de centroderecha suma 169, y el de izquierda, suponiendo que quisieran sumar, 156. Por lo tanto, le corresponde al PP de Rajoy buscar quien complemente su minoría mayoritaria. Pero no puede pretender que el PSOE sea el que le resuelva el problema. Los socialistas somos la alternativa al PP, no su complemento. Hay otros partidos de centroderecha a escala nacional o autonómica con quienes le será mas fácil entenderse. Y si no lo consigue, estaríamos en otro escenario. Pero para que no tengamos que volver a votar, alguien tiene que poder formar Gobierno, al menos con más votos a favor que en contra. Y para eso, descartada (¿?) la gran coalición PP-PSOE, solo hay dos soluciones: un Gobierno de coalición minoritario PP-C's, con o sin Rajoy, o un Gobierno muy minoritario del PP. Y en ambos casos, aun contando con el apoyo de algunos nacionalistas, haría falta una abstención del PSOE. Y eso podría producirse de dos maneras. Una, sin contrapartidas ni condiciones, instrumentada técnicamente mediante la oportuna enfermedad de unos cuantos diputados. Otra, poniendo el precio de un conjunto de medidas de tipo económico, social e institucional que el Gobierno minoritario se comprometa a impulsar.

Se puede preferir la primera opción para no contaminarse con la acción de un Gobierno al que se es oposición. Se refuerza el nosotros frente al ellos, pero es más emocional que racional. La otra permite influir y condicionar, a costa de aproximar posiciones. Algunas cosas importantes, como la reforma constitucional, requerirán aproximar posiciones. Llegado el caso, la prefiero. Y creo que la apreciarían muchos de los ciudadanos entre los que están los votos que nos han faltado.