Editorial

La globalización comercial de Barcelona

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La identidad de una ciudad como Barcelona no se ha definido solo por su patrimonio arquitectónico y urbanístico, también lo establece un tejido comercial singular, con las llamadas tiendas emblemáticas como punta de lanza. Estos comercios de toda la vida, e indudables protagonistas del paisaje urbano de la capital catalana, han vivido una gran sacudida en el último año y medio con motivo de la actualización de alquileres, tras cumplirse la moratoria de 20 años de la 'ley Boyer'. La crisis y la presión inmobiliaria en el centro de la ciudad han acabado por obligar a muchos de esos comercios a bajar la persiana. Y la consecuencia se aprecia en toda su gravedad en las principales arterias. Un estudio revela que más del 90% de negocios son de multinacionales, cadenas o franquicias en calles como el paseo de Gràcia, portal del Àngel o Portaferrissa.

Nada que no se mueva dentro del derecho europeo al libre comercio, pero que convendría apaciguar con el diálogo entre las partes implicadas, el Ayuntamiento, los pequeños -la parte más débil- y grandes establecimientos. El reto es un modelo organizativo que compense el desequilibrio, evitando la saturación, para no acabar con la gallina de los huevos de oro y a la vez defender la identidad barcelonesa. Porque un turista de Madrid, París o Sevilla no comprará productos que pueda adquirir en su ciudad. Es uno de los temas que debería tener un hueco en la agenda de la nueva concejala de Comercio y Mercados, la socialista Montse Ballarín.