Indignación y democracia

ALBERTO GARZÓN

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Pasé la primavera del 2011 acudiendo a la plaza donde tomaba voz la indignación en Málaga. La mayor parte de mis amigos empezaban a engrosar las filas del paro, los que terminábamos estudios nos veíamos sin perspectivas y todo un país se daba de bruces con el espejismo de los últimos años.

Terminaba entonces un posgrado de economía internacional en Madrid, ciudad donde pronto empecé a colaborar con la gente de la Comisión de Economía Sol surgida del 15-M. Las desigualdades y la desregulación financiera de los últimos años estallaban en puertas giratorias, oligopolios, desahucios, precariedad e indignación social. Economistas y no economistas teníamos que analizarlo y explicárnoslo en común, había que comprenderlo bien para saber cómo actuar colectivamente. Y proponer alternativas rigurosas.

En las plazas aprendimos a dialogar y llegar a acuerdos. Con respeto, con ilusión por estar juntos sabiéndonos en tantas cosas distintos. Pasar por las asambleas, compartir estudio y acciones, ha sido una escuela democrática tanto para los que teníamos organización como para los que no. Nos animó a participar, a ser valientes. Constatamos que hacer política a todos los niveles era fundamental para nuestro futuro.

Desde entonces nada ha sido igual para la oligarquía. De la Corona al bipartidismo, todas las instituciones se han visto afectadas por aquella articulación colectiva de quejas y deseos, por aquella imaginación colectiva.

Cinco años después, estamos listos para gobernar.