TRIBUNA

Por qué votaré "así no" en el primer pleno de investidura de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez, durante su intervención en el debate de investidura.

Pedro Sánchez, durante su intervención en el debate de investidura. / periodico

MANUEL EXPÓSITO / BARCELONA

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Camino por El Raval de Barcelona el domingo previo a la semana de investidura que se prevé intensa en el Congreso. Una pareja con dos niños se me acerca: “seguid firmes, no aflojéis”. No son activistas, ni siquiera personas especialmente politizadas. Tampoco una familia típica en situación de exclusión social. Son profesionales urbanos, trabajadores autónomos que llevan años al límite de la supervivencia. La madre me cuenta: hace tiempo que no llevo a mis hijos conmigo al supermercado porque no puedo comprarles una chocolatina extra si me la piden. El niño mayor baja de casa para mostrarme un dibujo. El encabezamiento reza “Las noticias de hoy para niños”. Garabatos de un telediario donde se ve a un joven con coleta regañando a un partido a su izquierda y observando cómo otro partido a su derecha es llevado a la cárcel por robo. Es un crío de 9 años. No frecuenta manifestaciones ni asambleas. Pero ve la televisión y sabe que su familia hace tiempo que dejó de poder permitirse cosas sencillas que antes eran costumbre.

Fueron las primeras de las varias personas que se me aproximaron para transmitirme lo mismo. Todavía lo estamos pasando muy mal. Pero no aflojéis, no descanséis, no bajéis los brazos, no nos decepcionéis. No cambiéis. Os hemos mandado allí para que seáis exigentes. Algunas de ellas han sido votantes de En Comú Podem; otras, votantes del PSC. En estas primeras semanas de legislatura pienso mucho en una frase que Ada Colau tiene pegada en la puerta de su despacho de alcaldesa de Barcelona: no olvidemos de dónde venimos ni por qué estamos aquí. Mirando con atención al equipo de negociadores del PSOE que nos trató con incomprensible dureza hace pocos días, caí en la cuenta de que varios de los políticos con quienes estamos dialogando votaron en 2011 la modificación del artículo 135 de la Constitución. Exactamente al mismo tiempo, miles de ciudadanos y ciudadanas nos tirábamos a la calle para intentar detener la catástrofe que se avecinaba. Me dio por pensar que la actitud que uno adopta en una mesa de negociación tiene que ver en parte con la memoria del cuerpo.

El haber experimentado la crisis de una u otra forma condiciona la perspectiva relativa que ahora se tiene sobre lo que debe hacerse. Nosotros traemos aquí una memoria grabada a fuego en el cuerpo que pusimos a ocupar plazas exigiendo una democracia real o para detener desahucios. La memoria de llegar a casa con tu hija y encontrarte la electricidad cortada. Para que quede claro, si las fuerzas políticas emergentes hemos dado el salto a las instituciones no es para ejercer ningún tipo de revanchismo. Ni siquiera nos consideramos los depositarios únicos de esa memoria de las luchas contra la crisis en las plazas, en los puestos de trabajo y en los hogares. En la calle coincidimos quienes ahora formamos parte de las plataformas electorales ciudadanas; también simpatizantes socialistas y una multitud de personas nunca antes politizadas. Por eso intentamos comportarnos con el máximo de humildad. Sabiéndonos contingentes. Con la voluntad de hablar con unos y con otros. Desde muy pronto reconocimos que el resultado de las urnas ha sido desde hace un año repetidamente un mandato de cambio para entendernos en la pluralidad. Por eso no hemos venido a protestar a las instituciones, sino a exigir su buen funcionamiento, un juego limpio. A poner la vida de la gente en el centro de la política.

¿Por qué voy a votar “no” en este primer intento de investidura de Pedro Sánchez? Porque estamos aquí mandatados para exigir el respeto que la ciudadanía que ha sufrido se merece. Porque proponer “negociar” con los bancos un parque de viviendas sociales es insuficiente cuando se trata de entidades que en primer lugar fueron rescatadas con el dinero de los desahuciados. Porque el copago sanitario no puede sólo dejar de ser “una barrera de acceso para personas en situación vulnerable”, ya que se trata de un expolio general a todos los que trabajaron durante décadas para ser atendidos en su vejez. Porque los derechos sociales de la ciudadanía merecen el mismo blindaje contundente del que ahora disfruta la prioridad del pago de la deuda en beneficio del sistema financiero. Se pudo destinar millones de euros para los bancos y se pudo modificar la Constitución bajo presión en una noche violentando la soberanía y los derechos sociales. Se ha podido también durante años sostener, con las manos limpias de la gente común, esta sociedad precaria arrasada por las políticas de austeridad. Ahora, con la nueva composición política de las instituciones, también se ha de poder. Se puede y se debe. A la gente se le debe.

Llegar a acuerdos significa ceder. Requiere anteponer los objetivos comunes a los intereses partidarios. Pero los derechos de la gente que ha sufrido y que también ha peleado en estos años no pueden ser rebajados ni relativizados para mantener algunos privilegios de siempre. No se puede garantizar efectivamente el derecho a los recursos básicos para la vida sin leyes que condicionen la voracidad desbocada de las grandes empresas del sector energético. El retroceso en derechos, el pisoteo de las soberanías, el maltrato a la ciudadanía tienen que ser revertidos con decisión política. Ya basta de que siempre cedan y sean sometidos los mismos, la mayoría de la población. La ciudadanía se merece un cambio verdadero, se lo ha ganado. Y nos ha dado el mandato de trabajarlo a fondo.

Desde que llegamos al Congreso lo hemos dicho: estamos dispuestos y tenemos la obligación de corresponsabilizarnos en un gobierno para la gente. A veces lo hemos expresado con claridad; otras, de manera quizá más torpe. Pero dejémonos de discutir sobre las formas: mano tendida para un gobierno que incorpore a las fuerzas que hemos sido votadas por 11 millones de ciudadanos y ciudadanas que exigen una modificación sustancial de las políticas antipopulares. Se trataría del gobierno con mayor apoyo electoral de nuestra historia. Por todo lo anterior, mi voto en esta primera sesión de investidura de Pedro Sánchez será un “no” que significa más bien “así no”. Dicho de otra forma, es un “no” con contenido positivo: para hacer posible de otra manera un gobierno por el cambio real.