Dos miradas

Titiriteros

Es un despropósito la detención de los dos titiriteros de Madrid, básicamente porque eso obliga a salir en su defensa

EMMA RIVEROLA

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La polémica originada por la contratación de unos titiriteros por el Ayuntamiento de Madrid para la programación infantil del Carnaval se ha convertido en uno de esos casos cansinos, pegajosos, en los que no importan tanto los hechos ni los artistas a los que se defiende o se denuesta sino la oportunidad de marcar paquete político. Así, cierta derecha anda rasgándose las vestiduras de la falsa moral y cierta izquierda convirtiendo en héroes de la libertad de expresión a unos tipos que actuaron con muy pocas luces.

Quizá soy víctima de un repentino ataque de conservadurismo, pero representar para niños, entre otras lindezas, la violación de una mujer (me da lo mismo si es monja, bruja o puta) y su posterior asesinato con un crucifijo no le veo la puñetera gracia. ¿Es eso la transgresión? ¡Venga, inculquemos la cultura de la violación desde la tierna infancia! Es chocante que el sindicato CNT-AIT de Granada (donde milita unos de los titiriteros) asegure que «la obra defiende la convivencia y la tolerancia». También sorprende que los bufos aleguen que no sabían que el público iba a ser infantil. ¿A quién creían que tenían frente a ellos? ¿Enanos de jardín? En cualquier caso, esos memos son más inofensivos que sus muñecos de papel maché. Es un despropósito que permanezcan detenidos por enaltecimiento del terrorismo. Un abuso y un absurdo. Básicamente porque nos obliga a salir en su defensa. Y malditas sean las ganas.