Al contrataque

Diego y los mierdas

Los padres de Diego González muestran la carta de despedida.

Los padres de Diego González muestran la carta de despedida.

XAVIER SARDÀ

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Solo por ti, Diego, estoy dispuesto a creer en el cielo del que hablas en tu carta de despedida. Solo por ti estoy decidido a creer con todas mis fuerzas que los dioses o los ángeles de tu escuela deben darte otra oportunidad: «Os echaré de menos y espero que un día podamos volver a vernos en el cielo».

Tu escuela es un centro des-concertado religioso que se llama Nuestra Señora de los Ángeles. Dicen que no les consta que sufrieses bullyingbullying. Dos alumnos confirman que fuiste maltratado. Días después de tu muerte trascendió que una niña de tu escuela llamada María había intentado quitarse la vida por acoso: «Los profesores dejaban que otras niñas me pegaran porque decían que eso me haría más fuerte».

Diego, tienes que saber que la investigación judicial se cerró sin resultados. Vamos, que nadie vio nada, ni escuchó nada ni sabía nada. El año pasado estuviste cuatro meses de baja por una afonía que los médicos atribuyeron a un estado de shock, shocky el día antes de tu muerte le dijiste a tu madre que corriera a buscarte a la escuela porque querías salir «ya». Cuando tu madre te preguntó qué te pasaba, no quisiste contárselo.

Tus padres han hecho pública la carta que les dejaste y ahora todo se mueve. Los jueces han dicho que hay que investigarlo. Antes no, pero ahora sí. Ahora sí porque todo el mundo ha leído tus palabras. Los políticos van a recibir a tus padres porque tus palabras han tenido un tremendo efecto-afecto.

Ver a tus padres mostrando tu carta es desolador. Tu carta está llena de cariño hacia ellos y el resto de tu familia. Es la hostia, Diego. No van a callar.

Un afecto conmovedor

Diego, has sido un tío fantástico. El afecto hacia tu familia es conmovedor, y el mundo no estaba contra ti. El mundo no, Diego. Muy presumiblemente estaban contra ti tres o cuatro imbéciles a los que los demás seguían por miedo o indiferencia. Miedo extensible, cómo no, a algún profesor cobarde. El mundo no estaba contra ti, Diego. Solo algunos mierdas de tu escuela.

Si es como digo, los mierdas saben perfectamente quiénes son, pero no les compadezcas porque tu muerte redunda en su criterio de que eras un débil. Se autoconvencerán de que no pasa nada y de que el problema no lo ocasionaron ellos. Creen que si se le hace la vida imposible a alguien hasta que se mata, es culpa del débil. Para ellos la culpa jamás es del opresor, que lo único que hace es crear el clima adecuado para sentirse superior. No, Diego, no les compadezcas. No están tristes. Lo que están es cabreados porque te has burlado de todos ellos: «Yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir».

Tú no te has quitado la vida. Sabemos que la vida te la han quitado. Como a muchos otros. Callar ahora es una indignidad.