El debate sobre la prohibición de las corridas

Santi Vila tiene un premio taurino

El nuevo 'conseller' de Cultura reniega ahora de su afición a los toros por considerarla «violenta»

SALVADOR BOIX

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El señor Santi Vila ha reconocido públicamente suspecados, sus faltas, su desviación moral: iba a toros de vez en cuando. Pero que esto era antes. Ahora, el actual conseller de Cultura, que años atrás debía saludar con un ¡olé! fervoroso las verónicas de Curro Romero y los naturales de El Viti, parece que se ha reconducido hacia la rectitud que define la nueva superioridad moral catalana. Aquel diputado que en julio del 2010, brindando al sol, votó contra la prohibición de las corridas de toros en Catalunya sabiendo de antemano que sus compañeros convergentes las prohibirían y se quedó tan ancho y mudo; el mismo que unos meses antes de aquella votación en el Parlament que liquidaba 500 años de historia de la cultura popular catalana recibía de la Federació d'Entitats Taurines de Catalunya el premio 'A la defensa de las libertades' por su inequívoco posicionamiento a favor de la pervivencia de la tauromaquia pero que después de su fracaso personal en aquella presunta defensa, indignamente, siguió repantingado en suescaño acariciando aquel premio, por cierto, compartido con Albert Rivera; aquel alcalde de Figueres -donde se celebró la famosa corrida daliniana en 1961- que cruzaba la frontera en verano para ir a la plaza de toros de Ceret forrada de senyeres y escuchaba, con los ojoshúmedos, el himno nacional de Catalunya, 'La Santa Espina' y 'El Passeig' de Pascal Comelade que ilustraban -e ilustran todavía- no una arenga patriótica sino ni más ni menos que las corridas de toros de la capital del Vallespir. Aquel político convergente que degenerando por las vías de Cercanías ha acabado en el Palau Marc como mandamás de la cultura catalana, finalmente, ha visto la luz y ahora reniega de su taurofília. Y donde antes veía simplemente tauromaquia, valores humanísticos, culturales y artísticos, ahora ha descubiertop erversión y violencia inaceptables "para la sensibilidad del siglo XXI", según sus propias palabras el pasado día 16 en Catalunya Ràdio. Hasta el punto de que, caso de tenerlo, dice, no llevaría nunca a su hijo, "porque pasaría un mal rato, porque aquello... es tan violento!".

CULTURA 'POPULAR'

En las palabras de agradecimiento del citado premio taurino que le fue otorgado, Santi Vila no hizo ninguna referencia "al tránsito hacia el siglo XXI, cuando el ciudadano ha abandonado aquella idea vertical (?) según la cual el hombre es una especie superior al resto de animales y, por lo tanto, vive con incomodidad una actividad tan violenta..." Y en la corrida de Ceret, ahora dice el conseller que solo ve "una experiencia antropológica, un batiburrillo, una agregación de confusiones que tiene mucho interés estudiar".

Donde ha madurado a fondo Santi Vila de una semana para acá es en la idea de la preservación de la cultura popular de las Terres del Ebre, "que celebran actividades de ocio y cultura con participación de animales, con las cuales tenemos que ser muy cuidadosos...". No, suponemos, porque los toros embolados y sus correspondientes variantes, sin orden ni liturgia, destilen violencia antropológica alguna. No. Debemos ser cuidadosos, pide el 'conseller', porque eso sí es singularmente nuestro, cultura popular de Catalunya y, como tal, entre todos lo tenemos que cuidar.

Santi Vila solo le queda un fleco para rematar la faena y redimirse del todo: devolver el premio que los aficionados catalanes a los toros le concedieron. Hace unos días, para facilitar la expiación de los pecados del conseller, propuse a la junta directiva de la Federació d'Entitats Taurines de Catalunya que le reclamara la devolución de aquel premio, que a estas alturas le podía representar un serio estorbo. Pero no me hicieron caso. Los directivos de la entidadsiguen instalados en la ilusión de que Santi Vila, tan buen aficionado y defensor de las libertades, todavía puede defender a los taurinos catalanes en su derecho a existir a pesar de que, paradójicamente, ya estamos prohibidos y semiexterminados.

Se comenta que incluso le han pedido audiencia al 'conseller'que con toda seguridad les será concedida para poder ser toreados de nuevo. Un claro síntoma de que la junta directiva está sufriendo un broteagudo del síndrome de Estocolmo después de décadas de arrasamiento convergente. El caso es que me he quedado solo pidiendo a Vila que devuelva aquella distinción de los taurinos, aficionados y catalanes. Porque, según manifiesta ahora nunca ha sido «ni taurino ni protauríno». Entendido. Pues devuelva usted el premio, honorable 'conseller', que nos confundimos. Y sepa que los suyos nos lo han podido quitar casi todo a los aficionados, pero no la memoria. Ni la idea de que las personas, salvo excepciones, todavía no somos como los animales.

Músico y exapoderado de José Tomás