Los sábados, ciencia

Los límites de la ciencia

Tenemos una reglas definidas por la sociedad que condicionan cómo enfocamos la investigación

PERE PUIGDOMÈNECH

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Enviamos naves a los confines del sistema solar y analizamos los componentes más pequeños de la materia. Tenemos herramientas para tratar de entender cómo funcionan en sus detalles moleculares los seres vivos desde la bacteria más sencilla hasta la especie humana. Nuestra ciencia parece no tener límites, pero el hecho es que la investigación tiene muchos. La manera como los definamos marcará el futuro de nuestro conocimiento.

La ciencia no puede limitarse porque la curiosidad humana es ilimitada. Si hay una puerta cerrada, alguien intentará abrirla y si hay una montaña alguien intentará explorar lo que hay detrás. Además nuestra experiencia es que acabar con la ignorancia es un requerimiento para disfrutar de libertad. Una sociedad democrática necesita debate de ideas y las que nos permiten entender el mundo son una parte esencial. Por ello la libertad de cátedra y de investigación están reconocidas en declaraciones de derechos humanos e incluso en algunas constituciones.

Pero en su práctica diaria la ciencia se encuentra con muchos límites. Unos son físicos. Parece difícil que un día expleramos planetas que se encuentran a miles de años lejos de nosotros o probar de forma experimental la evolución biológica que ha tardado millones de años en hacerse. Podemos construir teorías sobre estos temas, pero hacer experimentos para demostrarlas parece inalcanzable. Tenemos también límites económicos. Ciertos experimentos son caros y hay que definir prioridades. Decidir cuánto nos gastamos en la exploración del espacio, de las enfermedades, de nuevos materiales, de la producción de alimentos o para predecir el tiempo, es un ejercicio de política y sus consecuencias para la investigación y por la industria son evidentes. Nuestra sociedad ha impuesto también un conjunto de limitaciones a cómo se lleva a cabo la investigación. Por ejemplo, desde que se conocieron los hechos que se produjeron durante la segunda guerra mundial en los campos de concentración, se han ido dictando normas para permitir experimentos en los que intervienen personas humanas.

Si se quieren desarrollar nuevos tratamientos o fármacos en algún momento hay que probarlas con voluntarios. Actualmente tenemos unas directrices muy claras para los ensayos clínicos y otros experimentaciones en los que el consentimiento informado de los que intervienen está siempre presente. También ha sido necesario regular lo que hacemos con muestras de tejidos humanos y con los datos que tenemos de las personas. Hacer experimentos con animales requiere seguir unas normativas estrictas. En Europa hay directivas, en vigor en la mayoría de los Estados miembros, entre ellos España, y que incluyen un sistema para la aprobación de los experimentos en los que hay que justificar su necesidad y normas para reducir el número de animales y para evitar su sufrimiento. La investigación con patógenos humanos, animales y vegetales y con organismos modificados genéticamente se debe hacer también siguiendo normativas estrictas. Todo ello define un marco para la investigación al que los investigadores están acostumbrados.

Comprensión del mundo

Hay otro tipo de límites que tienen que ver con las posibles consecuencias de los resultados de la investigación que se pueda hacer. Por ejemplo, en la actualidad se han desarrollado métodos que permiten modificar los genomas y se prevé que con ellos sería posible modificar el genoma humano. Cuando se habla de este tema hay quien piensa en la posibilidad de liberar la especie humana de defectos y riesgos ligados a ciertos genes o incluso en mejorar la especie y hay quien por el solo hecho de pensar en estas posibilidades le provoca las peores pesadillas. En este contexto se ha propuesto que habría que decidir una moratoria para esta investigación o incluso una prohibición completa. Estos tipos de límites pueden ser permanentes o temporales y además los diferentes países reaccionan de forma diversa según sus tradiciones culturales. De todas formas está claro que si hay aplicaciones que nuestra sociedad no quiere que se hagan, la investigación sobre ellas se encontrará con limitaciones.

En los últimos siglos hemos acumulado una gran cantidad de conocimiento científico que permite una comprensión profunda del mundo y de nosotros mismos. El modo en que vivimos está basado en un conjunto de tecnologías que proceden de esfuerzos de investigación muy diversos. Por eso continuamos investigando y lo hacemos en un marco que permite garantizar el respeto a la dignidad humana, la protección de los animales y del medio ambiente. Tenemos multitud de regulaciones sobre cómo aplicamos las nuevas tecnologías, aunque a menudo vamos a remolque de los cambios tecnológicos. Y la forma en que se deciden las prioridades de la investigación determina las direcciones principales de la misma. Todo esto determina un marco estricto, pero cambiante, para la investigación al que se ha de adaptar nuestra curiosidad, que por si misma no tiene límite.

Investigador