La rueda

Complejidad en tiempos de simplismo

Honestidad y rigor son enemigos del eslogan inconsistente y de la indefinición ideológica

RAMON FOLCH

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La complejidad no se gobierna simplificando. Se puede simplificar la complicación, pero no la complejidad. La complejidad es una característica de los sistemas desarrollados, integrados por muchos componentes. Una madeja enmarañada es ejemplo de complicación: un único hilo convertido en nudo insuperable. Un tejido escocés es ejemplo de complejidad: muchos hilos de muchos colores entrecruzados en una trama final de rayas y cuadros diversos.

La gestión de la cosa pública es compleja, mucho más que cualquier quilt. Exige atención a muchos temas diferentes que, además, se expresan a escalas temporales y espaciales distintas. Hay cosas urgentes y cosas importantes, cosas vistosas y cosas neurálgicas. El buen gestor público debe saber distinguir, priorizar y jugar muchas partidas simultáneas, cada una con su tempo y sus necesidades de inversión. Resumirlo todo en un eslogan es imposible e incluso bastante temerario.

Así las cosas, ¿cómo hacer una campaña electoral honorable? No se puede, creo. Las campañas electorales corresponden a otro momento de la democracia, son un anacronismo, como votar con papeleta en tiempos de internet o listas cerradas en tiempos de informática. Por eso triunfan simplismos que rehúyen la complejidad y ofrecen pretendidas soluciones simples a cuestiones complejas. De nuevo se defienden trasvases de cuenca ignorando el clima y la ecología, se identifican gestión municipal y bienestar social, se asimila público a honesto y privado a mafioso, se mezclan las tasas con los impuestos... El día 24, trate de optar por quien proponga gobernar su municipio con honestidad y realismo según un programa ideológicamente avanzado (sin ideología no hay política). Exija ideología, programa y rectitud creíble. Y no lo olvide: la realidad es tozudamente compleja.