Análisis

Los conversos en la guerra santa

XAVIER MARTÍNEZ-CELORRIO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cinco de los detenidos por pertenecer a la célula yihadista de Barcelona son conversos musulmanes de nacionalidad española y paraguaya. Es la sorpresa más impactante. Un dato tan perturbador nos obliga, como sociedad adulta y madura, a romper moldes y maneras cerradas de pensar. En lugar de pensar en compartimentos estancos y en términos simples, más nos vale superar los apriorismos y aceptar la complejidad que nos ha tocado vivir. Nada es blanco o negro, sino un amplio conjunto de matices contradictorios.

El yihadismo es una ideología armada que actúa en todas partes y recluta adeptos también en Europa, entre los nuestros o mejor dicho, entre nosotros. Los servicios de inteligencia estiman que en torno al 20% de los combatientes de Estado Islámico son jóvenes europeos occidentales que se han convertido al fundamentalismo más radical en un proceso muy rápido. En apenas dos o tres años, su antigua identidad blanca, europea y burguesa pasa a transfigurarse en su enemiga identitaria.

Aquí surgen nuevas preguntas sobre las causas y se reabren debates sobre el modelo de integración de los musulmanes en Europa, sobre el éxito o fracaso de las políticas multiculturales o sobre el denostado choque de civilizaciones que inauguró Bush y el trío de las Azores con su guerra santa contra el terror. Aquellos vientos han traído esta tempestad apocalíptica. No lo olvidemos. El yihadismo no solo libra sus batallas en desiertos lejanos sino en nuestras ciudades como un bumerán decidido en 2003 en las Azores.

El EI utiliza internet y las redes sociales de forma astuta en su guerra de propaganda. Cuelga entrevistas de yihadistas blancos y europeos que han destacado por degollar en vivo a grupos de secuestrados en Siria o Irak. Es la prueba de fuego exigida a todo converso. No solo para buscar un efecto propagandístico sino también para crear un referente de autoridad y terror entre las audiencias occidentales. Quien sale degollando, como si se tratase de un videojuego medieval, es un joven que habla un inglés con acento académico o habla un francés de pura cepa. No son pastores del desierto.

Son conversos en la fe de la lucha armada, nuevos adeptos de una ideología totalitaria que impone el 'sahid' (martirio) y el orgullo de morir como suicidas deshumanizados. Nos imponen la dicotomía fieles/infieles igual que el filo-nazi Carl Schmitt definió la política como una lucha entre amigo/enemigo. La historia de la humanidad está plagada de movimientos mesiánicos y proféticos, muy fanatizados y violentos.

La lucha yihadista es otra forma trágica y cruel de milenarismo. Una lucha contra los infieles hasta restaurar su Califato mítico. No caigamos en su trampa. No los confundamos con la fe musulmana. Es una hidra integrista e irracional que pretende situarnos en su marco mental: la guerra identitaria o la imposibilidad de la convivencia intercultural. El éxito del Frente Nacional en Francia o de la islamofobia en Europa sería su principal triunfo. Es lo que buscan. Una Europa insegura que responde con fundamentalismo y fascismo. No lo permitamos.