Análisis

Pulseras androides: el yo bajo control

Los datos son toda una golosina para la industria farmacéutica y de seguros, lo que reabre el debate de la privacidad

XAVIER MARTÍNEZ-CELORRIO

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Los tamagochis fueron las primeras mascotas virtuales que se hicieron populares entre 1996 y el 2001 en todo el planeta. Eran un pequeño dispositivo en forma de huevo que te exigía cuidarlo y alimentarlo como si se tratara de un ser vivo. Fue el primer ser virtual que conquistó los corazones y la ternura de niños y no tan niños. Eran los tiempos de la prehistoria de la tecnología digital. Por entonces no existían ni los drones, ni los teléfonos inteligentes, ni la pulseras smartband.

El avance en nanotecnología y sensores registradores hacen de estas pulseras una nueva joya de diseño para lucirla o para utilizar como nuevo reloj medidor de nuestras constantes vitales. Es increíble que lleguen a medir con bastante precisión nuestro ritmo cardíaco, la actividad física, las calorías quemadas, la velocidad o la calidad de nuestro sueño y descanso.

Su objetivo es monitorizar tu estado de salud para responsabilizarte de ti mismo y plantearte nuevos objetivos de superación o de vida sana y controlada. Este sistema te llega a conocer tanto que te hasta te recomienda la visita al médico especialista o, si eres deportista, te desafía con nuevas marcas para motivarte. Producen el efecto placebo de sentirte bajo control con tu bienestar bien cuantificado hasta en tu intimidad más ignorada. Con las pulseras smartbandtú eres la mascota. Aporta tantos datos sobre nosotros mismos que, al final, nos convierte en tagamochis.

Tu yo más desconocido lo tienes bajo control. Produce un efecto espejo que nos devuelve el reflejo de vernos como una máquina o androide generador de indicadores y estadísticas. Y las estadísticas están…para romperlas. Las estrategias de mercadotecnia para crear esta nueva necesidad y caer en la compra residen en eso: superarte, motivarte hacia mejores registros y competir contigo mismo y los demás. Eso sí, para los deportistas resulta un instrumento genial y necesario.

Como toda moda, llama la atención y se prueba. El precio no es un problema. Los hay baratos y asequibles para cualquier bolsillo y también gamas de lujo fashion para ostentar y fardar ante los demás. El problema para fabricantescomo Apple, Samsung y otros imperios digitales, es que no acaban de convencer a los usuarios. Hay poca fidelidad. Un tercio de los compradores dejan de usarlo a los seis meses. Quizá por agotamiento. Por la sensación de ser prisionero de ti mismo y esclavo permanente de tus estadísticas corporales y vitales. Las pulseras smartband y resto de dispositivos wereables nos recuerdan que somos datos y somos productividad.

Datos de nosotros mismos que las empresas fabricantes analizan como big data para definir perfiles más personalizados. Toda una golosina para la industria farmacéutica y de seguros que andan detrás de estos datos y que reabre, de nuevo, el tema de la privacidad. Datos personales presentados como productividad, rendimiento y esfuerzo. Datos que hacen de nosotros, si no somos deportistas, tamagochis andantes y quijotes de una fantasía de autocontrol que nos tranquiliza.