De cabras, música y Thom Yorke en Llagostera, entrevista a Festival l'ERA

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Anna Pacheco y Andrea Gómez

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Javier Vilarrubias, 28 años, Ingeniería de Sonido y Producción Musical (Mk3); Guillem Mora, 27 años, Comunicación Audiovisual (UOC) y Producción Audiovisual; Cristian Cuesta, 27 años, licenciado en Economía (UB) y Marc Vilà, 27 años, licenciado en Publicidad y RR.PP en Blanquerna (Ramon Llull) y postgrado en gestión de Empresas de Industria Musical (IDEC-UPF).

Consejo (sobre)salientes: no querer montar algo muy grande de golpe. Lo más importante es ir paso a paso.

Al lado de la facultad de Comunicación Blanquerna, sentados en una terraza y con las piernas estiradas, tres chicos risueños sujetan unas birras. Hemos quedado justo en ese momento porque el requisito para charlar con ellos era que ya hubiera pasado el Primavera Sound y el Sonar. Y eso hemos hecho: esperarles. Uno de ellos anda encamisado, es el batería de Ruidoblanco, Cristian Cuesta, que le digan a sus groupies que también trabaja en una inmobiliaria. Parece un tipo serio pero en seguida se desabrocha el botón de arriba y empieza a hacer bromas con Guillem Mora y Marc Vilà. Son amigos, y también socios. Y falta Javier Vilarrubias, cuarto en combate, y parte fundamental del Festival l’Era. “Es el hijo del masover”, nos explican, “también el más flipado, la parte creativa”. Lo dicen con cariño. “En realidad todos somos un poco flipados para hacer esto”, concluye Marc.

El padre de Javi es el dueño de la masía, que es La masia {imaginen aquí un marco idílico} hectáreas y hectáreas de terreno donde se pone el sol a ritmo de Bigott, donde Oso Leone tocó hace un año cuando aún no estaban en los festivales más importantes de España, el festival del que Mendetz dijo “ser el mejor de toda su vida” –en serio, lo posteó en Facebook– y por donde también pasaron talentos de la escena electrónica local como The Suicide Of Western CulturePional, que ha actuado este año en el Primavera Sound, o BorealsEstos cuatro jóvenes de entre 27 y 28 años  han montado el Festival l’Era, el Festival Rural de Música Alternativa y Electrónica, en una masía de Llagostera (¿por qué a nadie se le había ocurrido antes?). Y lo han hecho muy de “mica en mica”, a la catalana, creciendo poquito a poco y aprendiendo de la experiencia.

Lo que empezó siendo una fiesta muy guay entre amigos –clásica fiesta que se te va de las manos– ha acabado siendo un festival en toda regla: con sus medidas de seguridad, barras, backstage para los artistas, zona de acampada (ojo, que es gratis), polyklyn, dos escenarios, uno principal y otro más pequeño para acústicos, zona de merchandising, sponsors como Jäggermeister  (no sabes qué es una buena fiesta si no te ha patrocinado Jägger) y Moritz y comida y víveres por si entra el hambre a las 3 de la mañana.

Lo tienen todo pensado y este año más que ninguno. En realidad, la primera intentona de Festival l’Era tuvo lugar hace cuatro años. Javi y Guille (que para entonces estaban en el grupo de música Devianlynx) tenían su primer concierto programado en el País Vasco, pero lo cancelaron. Y cancelar el primer concierto de unos pipiolos que empiezan en el mundo de la música es como quitar a un niño un caramelo y encima pegarle una torta. ¿Qué hacen?

“Como nos quedamos con las ganas de hacer nuestro primer concierto pensamos automáticamente en la masía del Javi, era el lugar perfecto para reunir unos cuantos amigos y poder tocar a nuestro aire”, explica Guille.

Y así lo hacen. Llaman a amigos con bandas, entre ellos Cristian (Ruidoblanco) y con poco, con muy poco, y unos cuantos palés en forma del escenario, montan una especie de festival, más bien un fiesta entre amigos, todo muy de estar por casa. 200 personas, una barra que hacía 2m “y los mojitos que se acabaron a la media hora”, suelta Marc.

La gente se lo pasó bien, muy bien, y la presión de ir recibiendo Whatsapp durante un año de “a ver cuándo repetimos” “¿cuándo es la próxima fiesta en la Masia?” provoca un segundo fiestón. Pero aún no oficial. Se reúnen unas 500 personas, que es el límite considerado 'fiesta privada', estamos hablando de 2012, y un año más tiran de colegas y repiten con Djs amigos como Pau RocaYall o Hernán Lagos. Pero a partir de aquí ya se replantean cosas, porque si de un año a otro han pasado de 200 asistentes a 500 tiene que significar algo: la masia Can Gascons engancha, la gente quiere repetir. “Y además que se nos agotaban los colegas músicos, tampoco tenemos tantos, teníamos que buscar más”, relata Cristian.

"Se pensaban que éramos unos “raveros” que íbamos ahí a pegarnos un fiestón padre."

El Festival l’ERA da un salto. Se ponen serios, pero sin corbata ni esmoquin, y convencen al señor de la masia (padre de Javi) de que todo va a ir bien. Hay que ser un padre muy simpático para dejar tu casa para un festival.  Y piden licencias y lo legalizan. Y se pueden imaginar que ahí, en Llagostera, donde jamás se había hecho nada igual, la cosa cuesta de tirar. Pero sólo al principio. “Se pensaban que éramos unos “raveros” que íbamos ahí a pegarnos un fiestón padre, pero al final han entendido que ubicar un festival en un entorno así es una promoción genial para la localidad (de poco más de 8.000 habitantes) y que nuestra intención era involucrar el pueblo y trabajar para hacer algo serio”. Y ahora están tan contentos.

Este año, además, en su segunda edición oficial, han ampliado los días de festival: el 29 de agosto celebrarán una fiesta en la plaza mayor del pueblo con conciertos gratuitos y una fiesta posterior en un bar. Esperamos de verdad ver a la yaya María con batín y zapatillas moviendo la cabeza al ritmo de la música.  También han decidido que la comida del festival correrá a cargo de un bar del pueblo, dejando a un lado pijadas como el hummus o sushi [en los festivales grandes puede comer uno lo que se le antoje a cualquier hora] , y apostarán por las longanizas, el fuet, la tortilla y la butifarra 'de tota la vida'.

Y el 30 de agosto se celebrará, ahora sí, el Festival l’ERA, en la Masia Can Gascons –buscadla en Google Maps, por favor– con grupos como We Are Standard, Simian Mobile Disco, Baths, Anímic, Cuchillo o El Petit de Cal Eric. Contrataciones internacionales, como las de este año, con Simian Mobile Disco y Baths, se las deben en parte a sus amigos de la promotora de conciertos CloudyDogs que les han echado una mano en eso de ir presentarse al extranjero y decir “hola amigos, cómo estáis, somos Festival l’ERA”. Y ahora sí, que empiece la fiesta.

"Intentamos traer música que nos gustaría a nosotros y que no es tan común de ver en festivales."

"Es relativamente fácil hacer un festival como la mitad de los que se hacen en España: con Vetustas Morlas y Loris Meyers y Love of Lesbians y cosas así”, hablan en plural, como metiendo en un saco a todo ese grupo de música pop-rock-indie española, que no deja de ser una moda y que atrae masas. Ellos creen que su forma, aunque mucho menos comercial, y orientada más a “frikis” de la música (ellos los primeros) es la mejor forma de diferenciarse. Pensad que cuando hablan de festivales saben de lo que hablan. Han pisado desde los festivales más top, ellos los llaman “con personalidad”, como el Primavera Sound o el Sonar, y también han pisado cosas gigantes y espectaculares como el Glastonbury, hasta campos de guerrilla como el FIB o el Arenal Sound y otros más naturales e idílicos como el Paredes da Coura, en Portugal. Son unos expertos festivaleros y por eso han creado algo a imagen y semejanza de lo que a ellos les gustaría vivir como músicos y como asistentes.

“Muchos de nosotros somos o hemos sido músicos y por eso nos gusta tratar a los artistas como nos gustaría que nos hubieran tratado”, explica Cristian. En la zona de artistas de l’ERA están en la gloria, como en casa, con billar, futbolín, paddle, piscina y comida 24h. Es un “te dejamos la masia y disfrutala como si fuera tuya”. No nos extraña que uno de los componentes de The Suicide of Western Culture celebrara el año pasado el cumpleaños de su hija en plan familiar con globos y tarta. Cuenta la leyenda que la niña no se quería ir.  “Pero los asistentes también están muy bien, eh, no solo los artistas”, añade Marc.

En este festival pagas solo 25 euros, los vasos de cerveza son grandes (hallelujah) y reciclables, no hay solapaciones porque solo hay dos escenarios y el 50% del público es masculino y el otro 50% es femenino. Parece un dato tonto, pero es importante, “tú estás por ahí y ves chicas y eso está muy bien”, bromean entre risas, “en serio, hablo en serio, ¡no es tan común ver tantas chicas en un festival!”. Todos asienten orgullosos y lo celebran con un trago de cerveza. Este año, además, para que los asistentes puedan disfrutar de la piscina –restringida durante el festival a artistas– han organizado una Pool Party con 8h de electrónica sin parar el próximo 19 de julio que servirá para ir calentando motores para el festival grande.

Justo en ese momento irrumpen un grupo de amigas que los saludan eufóricas y  bromean con la camisa de Cristian (“qué encamisado te veo últimamente Cristian, ¿qué está pasando?”, dice una de ellas) y,luego confirman lo que llevábamos hablando durante todo el rato. Están contando los días que queda para el Festival y están más que dispuestas a echar una mano en lo que haga falta: hacer de voluntarias, en la barra o en backstage, donde sea. En todo festival se necesitan amigos, gente dispuesta a ayudar. Durante las horas que dure el festival será difícil verlos a ellos tranquilos y relajados en la hierba.

Al contrario, disfrutan poco de los conciertos, aseguran que no han “vivido” de verdad ningún Festival l’ERA. Hay muchas cosas que preparar y muchas emergencias de última hora como aquel año que por enchufar la tostadora saltaron los plomos y se quedaron sin electricidad en las neveras. “Este año no hay tostadora”, asegura Cristian. Y fin del problema. Lo cuentan como un drama pero lleno de cariño. Ahí está un poco la gracia del l’ERA, el punto “casolà” y rural de hacer un festival en un lugar donde antes pastaban las cabras. A la pregunta de si quieren crecer, de si quieren convertirse en un Glastonbury a la española, ellos dicen “que no, que no a cualquier precio”.

Valoran por encima de todo la tranquilidad de escuchar música en plena naturaleza, de no hacer colas para ir al baño, para una birra, para cenar, para todo, del no bullicio, de no escuchar nada por culpa de macro escenarios que te sitúan a metros del artista. Bueno, vale, y que si por ellos fueran traerían a RADIOHEAD, pero aún no pueden. Lo pronuncian con una contundencia épica que interpretamos como mayúsculas. “Si algún día traemos a RADIOHEAD pondremos la entrada a 100 euros y no nos importará nada y ya está”, dicen no sin cierto delirio y volviéndose un poco locos. “Yo por Thom Yorke me cambio de acera”, añade Marc. Y rápidamente inquiere Cristian: “no me copies, que eso es mío”. “Pues es de todos”, se suma Guille. Pero mientras tanto, mientras no puedan enviar un mail a Yorke diciéndole “hey friend, come to Llagostera”, el l’ERA seguirá siendo ese festival rural, acogedor y familiar, descubridor de joyas musicales que darán que hablar al año siguiente, y un ejemplo de cómo las cosas pequeñas también pueden ser maravillosas.