Los carpinteros del siglo XXI

Después de un año en funcionamiento, Palila fabrica fundas y carcasas artesanales para iPad y iPhones de madera y de cuero

ANDREA GÓMEZ / ANNA PACHECO

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Consejo (sobre)saliente: “El esfuerzo de emprender es más grande de lo que te puedes imaginar. Pero la recompensa es mayor. Lo importante es asegurarte de que realmente quieres hacer algo, montar tú algo. Y, a partir de ahí, trabajar mucho”

Marc y Tacho nos abren paso entre cajas y cajas de cartón serializadas con códigos reconocibles: iPhone 4iPhone 4S, iPhone 5… y montones de papeles apilotonados. En medio de la sala, hay un enorme escritorio robusto  –sí, de aquellos de estar haciendo algo importante– y tres ordenadores. No necesitan mucho más. Ah, bueno, claro. “El taller”, reivindica Tacho Domènech o, lo que es lo mismo, la sala de jueguecitos donde este joven ingeniero de 26 años diseña (o se divierte) creando los prototipos de Palila. Después de un año en funcionamiento, Palila fabrica fundas y carcasas artesanales para iPad y iPhones de madera y de cuero. La otra cara de la firma es Marc Antoni Macià, de 26 años, “hombre de mundo”, nos chiva con sonrisilla Tacho. Marc tiene alma de viajante, la mente muy despierta, hace tablas de Excel como nadie y es el cofundador de esta nueva marca de accesorios móviles, afincada en Barcelona, y en pleno crecimiento.

De tal palo tal astilla

El taller, a pocos metros del despacho, es una parte del párking del padre de Tacho después de una “cesión” amistosa y totalmente pacífica del territorio. Ya se sabe, aquello de hijos 1 – padres 0. “Hasta ahora mi padre tenía una plaza de párquing y una mesa, pero Palila iba acaparando cada vez más y más espacio. Mi padre me dijo que nos estábamos volviendo locos, pero que a ver si montábamos bien un taller”. Y es que de tal palo tal astilla, si el padre de Tacho es el típico “manitas”, imaginen al hijo. Apodado McGiver por su compañeros de intercambio durante su estancia en Chicago, Tacho es el clásico tipo que se va de viaje a un país extranjero y lo primero que hace es comprar una caja de herramientas. Lo elemental. Normal que todos los estudiantes de intercambio de su perímetro (y el de más allá) lo ficharan de forma oficial como el arreglador de bicis rotas. Y fue ahí mismo, en Chicago, mientras cursaba un máster, cuando recibió la llamada de Marc para contarle la historia de Palila. 
Ya ha pasado un año de eso.

Experiencia laboral

“Eh, Tacho… ¿te acuerdas de mi?” Algo así debió ser el Skype entre ellos dos. Fueron amigos durante la adolescencia y estudiaron en el mismo colegio pero, al empezar la universidad, se perdieron un poco la pista. Tampoco Marc era muy localizable. Es la personificación viva de ser un “cul inquiet”: se fue a Australia a aprender inglés con 17 años y vivió un año en París y, otro, en Hong Kong. Entre una cosa, la otra y los kilómetros de por medio, se habían distanciado un poco, pero Marc se iluminó. “Sabía que Tacho estaba estudiando un máster en Chicago o algo así, y me decidí a enviarle un e-mail, porque necesitábamos a alguien que hiciera la parte más logística del producto, como el diseño en 3D”, explica Marc. Tacho se hubiera quedado a vivir “encantado” en EEUU, pero sabía que era difícil trabajar en el nuevo continente sin permiso de trabajo y sin visa, así que aceptó el reto Palila contagiado por la energía y planificación de Marc, hombre de negocios. “Para mi esto es mi primera experiencia laboral y estoy encantado”, confirma Tacho, que regresó a Barcelona después de finalizar el máster y ahora se dedica 100% a Palila, al igual que Marc.

Le echan horas y cuando dicen horas va muy en serio. Los dos están dedicados a tiempo completo, pero eso no significa que necesariamente se vean cada día ni a todas horas. Usan mucho, muchísimo, los mails (concatenar cadenas de 60 correos se les da muy bien) y el Whatsapp siempre está a punto. Con sobrada disciplina, nos hablan de la importancia de marcarse unos horarios. Tener horarios y ser emprendedor no es un oxímoron. “Tenemos amigos que nos proponer de ir a mil sitios, salir, o nos preguntan que qué hacemos trabajando en festivo… “. La famosa frase de “¡si sois emprendedores!” a ellos no les convence ni un poquito. Marc y Tacho son de los que creen que para hacer algo que valga la pena más les vale no limitarse a hacer “horario de oficina”. Adiós al tópico del emprendedor “vivalavida” y bienvenida rutina. Marc nos mira serio y suspira: “Oye, igual soy un extraterrestre, pero yo cuando me levanto miro todos los emails y ya, después, me lavo los dientes”. La sombra de las “notificaciones” les persigue, pero lo llevan bien. ¿Sabéis aquello de mirar el móvil y ver el impaciente recuadrito en rojo de correos-aún-por-leer? Pues eso también significa montar tu propio proyecto. Un estado online permanente. El jefe no te llama, no, ni te recrimina nada, es verdad. No hay que pedir permiso para ir al dentista a media mañana. Pero los clientes tienen tu email y ellos sí que no conocen de horarios.

Funda de portátil de Obama

Marc, por su parte, reconoce ser un poco más “freaky” y 'buscalotodo' en internet (nuevas tendencias, moda, gadgets). Lo importante es "estar al acecho de lo que pasa, ser curioso". En realidad, la idea de Palila surgió después de ver la funda del portátil de Obama por TV, cubierta de madera y de aspecto muy artesanal. Esto era algo totalmente innovador cuando aún no había llegado todo este ‘boom’ de la madera o el cuero a España. Así que ellos decidieron ponerse manos a la obra. “Pero no lo hacemos porque sea una moda. No nos hemos enganchado al carro de la artesanía, lo hacemos así porque de otra forma la calidad del producto mermaría muchísimo”. También reconocen que ciertos comportamientos del consumidor están cambiando: cada vez se valora más las cosas talladas a mano, cuidadas y mimadas. A la gente ya no le gusta tanto la fabricación en serie, como hace algunos años. Y es justamente de eso de lo que rehuye Palila: del comportamiento robótico de las grandes fábricas y de los productos idénticos que nos hacen parecer iguales. En Palila hay madera para dar y vender, más clara, más oscuro, más atrevida, más discreta,  más femenina y hasta más señorial. Hay madera para todos.

Expansión

Con una inversión inicial de 30.000 euros –ayuda de papá, mamá, ahorros, regalos de navidad amplificados y trabajos en simultáneo– Palila aspira a ser ahora autosostenible 100%. Este mes han conseguido eso que llaman ‘break even’ (palabreja matemática para hablar de “equilibrio”) y con ojos soñadores nos dicen que este mes “quizás van a cobrar algo”. No se desaniman. Lo están intentando con muchas  ganas y la cosa funciona cada vez mejor. Ahora, además, han lanzado una campaña en Indiegogo para planear su expansión internacional, y eso que sin premeditarlo ya han conseguido tener puntos de venta en Alemania, Bélgica y Francia. “Fueron los comerciales los que se pusieron en contacto con nosotros, porque les interesó el producto”, nos explican entusiasmados. También están repartidos en 20 sitios distintos de Barcelona, entre ellos la tienda Vinçon, el paraíso de todo buen diseñador.

Palila es el nombre original de una especie de ave, en extinción, de origen hawaiano. Y, quizás, también es una metafora muy bonita de la calaña de sus “creadores”: jóvenes ¿en extinción? y tres mil veces despiertos que no se han creído el cuento chino ese de que en España no hay talento y no vale la pena emprender. De aquellos que no dudan en ponerse a trabajar los domingos por la tarde “porque los fines de semana se le hacen muy largos”; y que anteponen ocho horas de carpintería en el taller a salir de fiesta o de copas con los amigos o la novia. Jóvenes en extinción (y no tan en extinción), porque cada día hay más. Como ellos, como Palila. Y qué suerte que tenemos también al resto.