Los SÁBADOS, CIENCIA

¿Moscas transgénicas?

Tener científicos bien formados es básico para permitir o no nuevos métodos de lucha contra una plaga

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PERE PUIGDOMÈNECH

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Entre las noticias extrañas publicadas este verano está la de que una empresa ha pedido permiso para hacer un experimento de campo con moscas modificadas genéticamente. Se trata de modificaciones destinadas a controlar las poblaciones de insectos perjudiciales para los olivos. Para hacer estos experimentos se necesitan permisos que precisan informes científicos, y para eso se necesitan profesionales que analicen la cuestión y los posibles riesgos y aconsejen a los responsables que deben tomar decisiones. Un ejemplo más de la importancia de tener una comunidad científica bien informada y diversificada. Lo contrario de lo que está pasando.

Estamos rodeados de insectos, algunos de los cuales consideramos nocivos. Por ejemplo, hay mosquitos que son portadores de enfermedades. La más conocida es la malaria, pero ahora nos preocupa el dengue, que se transmite por otra especie de mosquitos que con el aumento de la temperatura están subiendo por América y han llegado a Europa. En la agricultura también hay insectos que atacan cultivos importantes. En Florida tienen problemas con la mosca de los naranjos, hay problemas con un escarabajo que está acabando con las palmeras y una mosca ataca a los olivos creando problemas importantes. Y no hablemos de las langostas, una verdadera plaga.

Ante un insecto portador de enfermedades o que ataca los cultivos podemos hacer varias cosas. Se pueden usar plantas resistentes a los insectos, pero no siempre existen. La solución puede ser producir variedades transgénicas. Se pueden usar insecticidas, pero hay que controlar su uso, y algunos de los que mejor funcionan, como el DDT, han sido prohibidos, aunque se vuelven a usar puntualmente. Se puede no hacer nada y perder la cosecha. Hay también lo que se llama control integrado, que puede implicar, por ejemplo, importar un insecto que controle al otro o lanzar al medioambiente machos estériles que se acoplan con las hembras y no dan descendencia. Hasta ahora esto se hacía tratando a los machos con radiaciones. Ahora ha aparecido un método que se basa en un gen transmitido por machos transgénicos que hace que las larvas no sean viables.

El método proviene de resultados descubiertos en la Universidad de Oxford, de la que salió una empresa que tiene la patente del sistema. Ha sido probado en Brasil y Malasia para controlar mosquitos portadores de enfermedades. Ahora lo que se propone es un experimento a pequeña escala en un campo de olivos con una mosca que los ataca. Para poner en el medioambiente un organismo modificado genéticamente es necesario un permiso que está basado en una directiva europea, transpuesta a la legislación española. La autoridad competente para dar el permiso es el Departament d'Agricultura de la Generalitat. Este puede escuchar a diferentes estamentos interesados. La empresa presentará un informe que, lógicamente, concluirá que el experimento es interesante y no presenta ningún riesgo. Habrá organizaciones que se preocupan por el medioambiente que ya se sabe que se opondrán al experimento como lo hacen siempre. Para tomar una decisión no nos sirve solo ni una opinión ni la otra.

En todos los países estas decisiones se toman solicitando a comités científicos que examinen la información presentada por la empresa, escuchen todas las opiniones, se informen de lo que ha ocurrido en otros países y valoren el interés y el riesgo del experimento. Es un procedimiento bien establecido, pero necesita la existencia de científicos independientes y bien informados y un procedimiento transparente. Se puede acudir a expertos de otros países, pero el conocimiento local es importante. En este contexto hay que recordar que el Departament d'Agricultura ha reducido la aportación económica de su principal institución de investigación, el IRTA, en más de un 30%, razón por la que este ha tenido que reducir su plantilla y sus programas. Hay investigadores en las universidades y otros centros de investigación que seguramente sufren también recortes en sus proyectos. Hay otra instancia, la Comisión Nacional de Bioseguridad del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno central, con procedimientos bien rodados que deben ser consultados en estos casos y que mantienen por ahora a sus expertos, que, sin embargo, quizá también han sido privados de sus proyectos de investigación.

Controlar plagas que transportan enfermedades o que dañan los cultivos eliminando los insectos que las vehiculan lo hemos hecho siempre y debemos seguir haciéndolo. Si hay una nueva tecnología que lo resuelve sin arrojar productos al medioambiente, podría valer la pena probarlo. Y para ello hay que hacer experimentos en condiciones controladas que hay que analizar con cuidado. Para hacerlo no nos sirven opiniones con intereses económicos o ideológicos. La existencia de científicos bien formados es la única manera de tratar el problema, a no ser que sean ellos los que han sido eliminados previamente.