Diagnóstico acertado

El triunfo de la economía por sobre la política sería, ciertamente, el fracaso de la integración

Xavier Ginesta

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El próximo 2014 no sólo hará 300 años de la derrota catalana de 1714. Visto desde un prisma más europeo, también hará justo un siglo que los ciudadanos del viejo continente se entablaron en una de las guerras más sangrientas que se recuerdan. "Europa exportó la confrontación alrededor del mundo", explicaba la portavoz del Consejo de la UE Cristina Gallach en la apertura de la <strong>Universitat d'Estiu de Vic</strong>. De las cenizas de la I Guerra Mundial nacieron las primeras proclamas al multilateralismo, la clara voluntad de evolucionar aquella manera de entre la guerra "como la política hecha con otros medios", que teorizaba el militar e historiador Karl von Clauseweitz ( 1780-1831).

El continente aún tuvo que asistir al fracaso de la Sociedad de Naciones y a la barbarie del nazismo antes de que los fundamentos de la integración europea se asentaran, a ambos lados de Rin. En resumen, el trayecto recorrido desde aquellos años cincuenta ha sido un camino de éxito y Paz. Pero ahora, en pleno siglo XXI se agitan nuevamente las incertidumbres sobre el futuro de este proyecto europeo en un entorno de desafección y crisis (económica y democrática): un 45% de los ciudadanos de la UE están totalmente insatisfechos de cómo la democracia funciona dentro de la Unión, señala críticamente el Eurobarómetro. Un momento de "fatiga de los ciudadanos, pero donde la integración es más necesaria que querida", resumía Gallach en la sala de la columna del Ayuntamiento de Vic. De hecho, con pocos días hemos podido ver la compleja telaraña de intereses y perspectivas con que los dirigentes europeos afrontan los retos de la integración: Cameron, Ashton y Rajoy discrepan sobre el <strong>derecho a decidir </strong>de las naciones sin estado, y Francia veta incluir al acuerdo comercial UE-EEUU, el sector del audiovisual, porque el cine francés no se resienta. Se calcula que el audiovisual europeo mueve 17.000 millones de euros y ocupa cerca de un millón de trabajadores.

Cultura

Teniendo en cuenta la potencia de la industria cultural americana, y la colonización que ésta ha hecho de la escena europea, puedo entender los recelos franceses. De hecho, el audiovisual es infraestructura de una cultura por su capacidad de crear imaginarios compartidos. Ahora bien, dicho esto, hay que remarcar la necesidad de impulsar este acuerdo comercial trasatlántico que mejore y agilice las relaciones entre ambos continentes, y sobre todo que termine beneficiando a aquellos ciudadanos que buscan nuevas oportunidades y quieren emprender proyectos (por pequeños que sean). Este acuerdo es un salto cualitativo para la integración económica.

Pero vuelvo a quedar desencantado con la ligereza que los grandes líderes despachan la búsqueda de un discurso homogéneo para afrontar los nuevos retos territoriales del continente: sea Escocia en 2014, Catalunya cuando los socios parlamentarios (ERC y CiU) se pongan de acuerdo o, incluso aprovechando la ocasión, el Veneto. Ni entre británicos entienden: Catherin Ashton, la jefa de la diplomacia europea, elude contestar sobre las declaraciones del primer ministro David Cameron defendiendo el derecho a decidir de los pueblos, aunque no explicitarlo en el caso catalán. "¡Dios mío, qué pregunta! Los catalanes no hablaré ", espetó la vicepresidenta de la Comisión en un desayuno informativo en Madrid ante el ministro García-Margallo, el defensor de la marca España.

Europa

Si bien todo el mundo está convencido de que los socios pueden llegar a acuerdos, más o menos satisfactorios, en el terreno económico, cuando la UE debe afrontar decisiones más políticas todo se atasca. Volvemos a lo de siempre: la unión de mercados tiene poco de unión política. En este contexto, recupero el diagnóstico que hace la portavoz del Consejo: la integración es más necesaria que querida. Efectivamente, porque Gallach habla de una Europa fuerte, tanto económica como políticamente, y esta fortaleza se expresará con relatos sólidos sobre todos los asuntos de la comunidad, no sólo los económicos. El triunfo de la economía por sobre la política sería, ciertamente, el fracaso de la integración.