Pequeño observatorio

Mourinho, víctima de su DNI

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Hay personas que creen ser víctimas de una conspiración. Es una creencia relativamente frecuente. O muy cómoda, porque de esta manera se justifica un fracaso: son los otros quienes se han puesto de acuerdo para provocarlo. Con este convencimiento, se reclama la condición de víctima, lo que permite justificar ese fracaso.

El entrenador del Real Madrid, José Mourinho, es un ejemplo perfecto de la capacidad de atribuir lo que no le gusta, lo que no le sale bien, a manipulaciones y componendas. El último destinatario

-por ahora- de su indignación es la FIFA por no haberle dado a él sino a Vicente del Bosque el título de mejor entrenador del año.

A mí me parece muy infantil la pataleta de quien llora porque me tocaba a mí y me he quedado sin. Mourinho no soporta no ser la vedete, y por eso cuando supo que el premio era para otro decidió no presentarse al acto de entrega. O bien honores de máxima estrella, o nada. Mala educación de niño, que seguramente se consolidó con los éxitos iniciales de su carrera. No podía ver que el premio al mejor entrenador se lo daban a otro. A Vicente del Bosque, un técnico, por cierto, nada escandaloso.

Lo de proclamar el mejor de lo que sea ya sabemos que no puede ser una sentencia indiscutible. El fútbol no es una excepción. La fama de un entrenador depende, en parte, de las cualidades y logros del equipo que entrena. El teórico mejor entrenador depende, en parte, de las cualidades y logros del equipo que entrena. El teórico mejor entrenador fracasará si sus jugadores no le hacen caso o son malos. Pero lo que es impresentable es la vanidad de quien, sin triunfar, se considera el mejor.

En otros ámbitos se puede producir la misma historia. «Sí, ese escritor vende mucho, pero el mejor soy yo». «Lo que pasa es que...» Los recursos para la disconformidad son muchos. «Sí, le han dado el premio, pero ya se sabía que gustaría al jurado». Yo, víctima. Egolatría, el DNI de Mourinho.