Al contrataque

País de entierros

Luis Bárcenas, durante un comité ejecutivo del PP presidido por Rajoy, en el 2009.

Luis Bárcenas, durante un comité ejecutivo del PP presidido por Rajoy, en el 2009. / periodico

Julia Otero

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España es país degrandes entierros. No sé con certeza si la frase tiene padre reconocido, pero no tiene discusión. Vale para la muerte biológica y también para la muerte civil, si así puede considerarse, por ejemplo, elabandono de la política activa. Se practica tal manoseo con el lenguaje que se termina por poner en entredicho la inteligencia de quien escucha, y, sobre todo, la de quien emite el mensaje. Hace unos días la alcaldesa de Madrid despedía de forma muy sentida a su vicealcalde, al que mostró gratitud eterna por la lealtad y eficacia demostradas.Miguel Ángel Villanuevafue aquel que con tres chicas muertas en elMadrid Arena y otras dos agonizando en el hospital salió muy diligente a defender a una empresa que se jactaba a menudo de reventar los aforos de los eventos que organizaba. Luego supimos que el pájaro al que defendía, el talFlores -hoy en libertad bajo fianza-, era un 'amiguito del alma'. PeroAna Botella, queriendo protegerle al tiempo que lo echaba, no tuvo ocurrencia mejor para las exequias políticas del fiel escudero que decir que lo hacía para ahorrar. O sea, elvicealcalde no era incompetente, era caro. Esta misma semana, el anterior consejero de Sanidad de Madrid,Juan José Güemes, enterró sus planes renunciando al cargo en unaempresa sanitaria que iba a gestionar servicios que él mismo privatizó, al tiempo que afirmaba en público que no solo era legal, sinoético y estético. ¿Por qué ha renunciado, entonces? ¿No soportó la presión de la sospecha? Su esposa,Andrea Fabra,habría dicho«¡que se jodan!», pero al no haber bancada socialista a la que dirigirse, sino una opinión pública al borde de la náusea, el señorGüemesoptó por unharaquiri rápido. Y seguramente provisional.

Elogio de los corruptos

Son también frecuentes los funerales hagiográficos de loscorruptos. No me negarán que ningún país despide con tanta delicadeza a sus chorizos. Basta unadimisión -casi nunca a tiempo, siempre in extremis- para que el dimisionario sea ensalzado como persona de bien. En las hemerotecas están las bonitas palabras deRajoysobre el entoncestesorero del PP y senadorLuis Bárcenas:«Nadie podrá probar queBárcenasno es inocente. Se va para servir mejor al partido». Ayer supimos que en una cuenta suiza tuvo 22 millones de euros, que, por supuesto, hizo desaparecer en cuanto le imputaron.

Capítulo aparte merece la enorme ilusión de lossospechosos por ser imputados. «Lo estoy deseando, porque así podré defenderme», dicen mientras envían una legión de abogados a intrigar jurídicamente, cuanto haga falta, para dilatar el proceso hasta que falle lamemoria popular. Para cuando haya sentencia sobreBárcenas, 'el Bigotes', algún hijo de la familiaPujolo el lucero del alba de cualquier partido, ya habremos olvidado su cara como nos acaba de ocurrir con los protagonistas del'caso' Pallerols.A mí, sin ir más lejos, me cuesta ya recordar el rostro de Fèlix Millet.