La clave

Un sistema podrido

JUANCHO DUMALL

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En el espacio de unas pocas horas llegaron ayer a esta redacción las siguientes noticias: el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González (PP), admite que compró con su esposa un ático en Marbella valorado en 770.000 euros. Antonio Rodríguez, concejal de Tarragona por el PSC, dimite tras ser imputado por un delito relacionado con la inmigración ilegal. El fiscal pide una fianza de 191.000 euros al exconseller Jordi Ausàs (ERC) por un presunto delito de contrabando de tabaco. El extesorero del PP y exsenador Luis Bárcenas tuvo una cuenta en Suiza que llegó a alcanzar un saldo de 22 millones de euros. Y todo esto cuando los medios llevan días llenos de informaciones y opiniones sobre asuntos turbios relacionados con Josep Antoni Duran Lleida (UDC), Juan José Güemes (PP), Rodrigo Rato (PP) y varios miembros de la familia Pujol (CDC).

La pregunta es: ¿hasta cuándo aguantará una sociedad golpeada por el paro, los recortes de servicios esenciales y la carestía de la vida una democracia de tan baja calidad como demuestran estos y muchos otros casos? Las cúpulas de los partidos continúan enrocadas tratando de salvar de la quema a los suyos y acosando a los de enfrente. Y mientras tanto sigue creciendo la desafección y se abre la puerta a los populismos, envueltos en todas la banderas, que claman contra la política y los políticos que «lo roban todo».

Privilegios y choriceos

Las encuestas de opinión detectan que cada vez hay más intolerancia con los privilegios de las élites, con los negocios asociados a la financiación de los partidos y, por supuesto, con los choriceos particulares de unos señores que se aprovechan de sus cargos públicos y de sus relaciones privadas. De hecho,

los ciudadanos consideran que uno de los principales problemas del país es su sistema de partidos.

Esto resulta contradictorio con el hecho de que los casos de corrupción han penalizado poco a las fuerzas políticas, especialmente, a las de la derecha. Pero, cuidado, porque un país puede aguantar un tiempo un 25% de paro, pero no mientras sus representantes se muestran incapaces de ventilar la casa y sacudir las alfombras.