La función del escritor

Las palabras de Harpo Marx

Necesitamos a un mudo para imaginarnos lo mucho que se debería contar de este país de vodevil

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JOAN Barril

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Ahora queSpielbergyDaniel Day Lewisestán a punto de saltar a las alfombras rojas de los Oscar con subiopicdeAbraham Lincoln,me vienen a la memoria algunos de los referentes del que fue decimosexto presidente de Estados Unidos. La recreación cinematográfica deSpielbergsigue a la deGriffith,pero sin duda tiene una evidente intención hagiográfica. De todos los presidentes de EEUU, soloLincolnyFranklin Delano Roosevelthan sido entronizados en el santoral de la humanidad. El primero por la emancipación de la población negra. El segundo por la conferencia de Yalta y por el New Deal. Atrás quedan los sanguinarios episodios de la guerra de secesión o de la conquista de la fortaleza europea. A veces no es el estadista el que se inventa las guerras, sino que son las guerras las que le eligen a él.

Pero el nombre deLincolntiene una importancia vigente en la historia de España. La Brigada Lincoln, participó activamente junto a la República sabiendo que luchaba contra los fascistas en una primera línea que podía liberar una buena parte del continente europeo. De los 3.000 miembros de la brigada, el 40% eran judíos, otros eran miembros del Partido Comunista o simplemente demócratas. Un centenar de los mismos eran de color. En el momento de su regreso, había dejado en el campo de batalla unos 1.800 muertos. El historiador de la literaturaE. L. Doctorowse escabulle del movimiento de la Lincoln para destacar al personaje de Robert Jordan, un profesor de español que acaba siendo el héroe de la novela deHemingwayPor quién doblan las campanas.Hemingwayencuentra en Jordan a sualter ego.Es el hombre solitario que, al igual queGeorge Orwell, desconfía de los comunistas. Pero lo importante deHemingway,al igual queMalraux o que el propioOrwell, es que estuvieron en el lugar de los hechos y lo que nos cuentan forma parte de las reflexiones de un combatiente único frente a un mundo atroz que se acerca. Ahí estabaHemingway,sentado ante una mesa del Hotel Florida de Madrid, mientras las bombas iban cayendo sobre la ciudad. Todas las guerras acaban generando muchos muertos pero también algún héroe que nos las explican.

Doctorownos ayuda a compren-dernos un poco. Ahora ya no hay guerras armadas. El heroísmo, si existe, está en las multitudes de para-dos, de gente a los que la crisis y los bancos han desahuciado. No huele a pólvora, pero si huele a angustia y a desesperanza. Ni siquiera existe el rumor de que pronto llegarán los nuestros a liberarnos. Ya nadie es de los suyos, porque las crisis económicas vuelven al ser humano a la condición de ser solitario. Es entonces cuando el escritor ha de embarrarse hasta la ingle y contar lo que está sucediendo a su alrededor. Junto al filme sobreLincolnse va a poder ver una versión edulcorada deLos miserables. ¿Qué se ha hecho de losVictor Hugo,delGorkideLos bajos fondos,del Pío BarojadeLa lucha por la vida, de las obras deCandelo deMartín Santos? Parece como si el escritor contemporáneo prefiriera ir a beber sus fuentes lejos de su país, ahí donde la miseria ajena le ennoblece y le convierte en un explorador de los sentimientos primitivos. Los buenos salvajes pasados por el tamiz del escritor occidental arruinado ya no son salvajes. Pero su bondad nos ayuda a escapar de un mundo de pensiones recortadas, de los ERE y de la amenaza de tener que dormir en un cajero automático. El hombre blanco en tierras cetrinas sigue pareciendo más de lo que es y es entonces cuando la ficción salva a escritor y a lector. Se trata de crear la ensoñación de lugares que nos incitan a acudir a paraísos perdidos. En tiempos de abundancia, el escritor pasaba sus vacaciones en escenarios idílicos. Hoy, cuando el idilio con su país se ha vuelto una permanente amenaza, el escritor se refugia en islas desiertas o en continentes donde la escasez no es una catástrofe sino una forma de administrar la civilización.

Sin embargo, de ese tipo de escritores y de novelas estamos más bien faltos. Incapaces de cruzar los meridianos la mayoría de nuevos escritores se refugian en la convicción de que cualquier tiempo pasado fue peor. Nos encontramos con ficciones escapistas en las que ni siquiera hay lugar para el humor o para la sátira. Tal vez el héroe de nuestro tiempo no seaHemingwaysinoHarpo (Adolph)Marx.Necesitamos un mudo para que nos imaginemos lo mucho que se debería contar de ese país de vodevil en el que la corrupción, la inoperancia, el ridículo y la desgracia colectiva se han acantonado entre nosotros. Que vengaHarpoy que nos recuerde que algún día, cuando todo esto acabe, regresarán los escritores a hablar de su tiempo y de su mundo, porque mientras tanto están amarrados a sus mesas defendiendo un pequeño puesto de trabajo. Definitivamente el heroísmo murió conHemingway.