Al contrataque

El brindis del cazador

José Ignacio Wert y Mariano Rajoy, el pasado octubre, durante una reunión del Patronato del Instituto Cervantes.

José Ignacio Wert y Mariano Rajoy, el pasado octubre, durante una reunión del Patronato del Instituto Cervantes. / periodico

Joan Barril

Joan Barril

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En el mundo de las celebraciones poselectorales fue bastante sorprendente la juerga del Partido Popular de Cataluya. Ganaron votos y lo hicieron en buena lid. Y de pronto corrió el cava por el atril de Alicia. Un bello gesto, porque a menudo se llega con la copa de cava ahí donde no se llega con las urnas. Pero fue un buen resultado y una bebida que recordaba otros tiempos, cuando tuvimos que asistir perplejos a un curioso e insólito boicot del cava. Los adalides del «más mercado y menos Estado» no hicieron nada para atajar el boicot y azuzaron al mercado español para asfixiar a esas empresas que se dedicaban a fabricar un producto simbólico. O sea: los que no quieren ver las diferencias territoriales son los mismos que promovieron un separatismo comercial que, implícitamente, aún dura. Y no lo hicieron contra una administración política sino contra la cuenta de resultados de empresarios que nada tenían que ver con la ideología de Carod Rovira y que nunca se erigieron en portaestandartes de la reforma estatutaria. Ese era el sentido de la copa de cava poselectoral del PP. Aparecía, aunque fuera con mucho retraso, la idea religiosa de la redención. Se trataba de un compromiso público que venía a decir: «Lo del boicot no lo haremos más». Celebraban la caída de Mas y aventuraban un período de confraternización con una parte de la sociedad catalana. El cava de aquel día tdebía ser una especie de vacuna que atemperaría las suspicacias ante un PP catalán que hasta entonces solo se alimentaba del voto reaccionario.

Tras la misa solemne del cava, cuando todo parecía encarrilarse, aparece Wert para relegar la lengua catalana a las catacumbas de los planes de estudio y aquel brindis se desvanece en las burbujas de las buenas intenciones. El catalán será, según el ministro, una asignatura de cuarto rango. Vuelven las clases particulares para hijos catalanohablantes. No lo harán por la necesidad curricular de poderse presentar a un examen, sino por el mandato de la sangre.

Adicto a Telemadrid

Una de dos: o Wert es el típico elefante en la cacharrería o es un mero ejecutor adicto a Telemadrid dispuesto a poner el dedo ahí donde más duele. A estas alturas, cabe preguntarse: ¿cuál es la prioridad del Gobierno del PP? Entre ayudar a sus esforzados militantes destacados en tierra hostil con una política de apaciguamiento o practicar el apartheid lingüístico de una lengua que no deja de ser prima hermana del castellano, parece que han preferido continuar sacando réditos de la catalanofobia ibérica. Ancha es Castilla. Y para confirmarlo se instrumentaliza a los niños catalanes convirtiendo el catalán en un mero patois. Siempre hay niños en el argumentario del PP. Desde la famosa niña de Rajoy hasta esos pobres infantes a los que unos pocos padres intentan liberar del para ellos inútil yugo del catalán, la presión sobre el niño es la garantía de la desaparición a la larga de un país. No hay prisa, pero tampoco hay pausa. Sin duda este fin de semana, en la discreción de sus despachos, los estrategas del PP habrán sacado de la nevera el cava del boicot y habrán brindado como los cazadores de focas que celebran la caída de sus cachorros.