Al contrataque

Eligiendo al enemigo

Mariano Rajoy, en su escaño del Congreso, la semana pasada.

Mariano Rajoy, en su escaño del Congreso, la semana pasada. / AC/TJ

Manel Fuentes

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Las guerras que digeríamos frente al televisor tenían luces verdes en visión nocturna, casas destrozadas, madres llorando con sus hijos muertos en brazos, sábanas ensangrentadas, corresponsales con chaleco antibalas y de vez en cuando noticias de que por error una bomba había caído en un hospital o una escuela, que nos terminaban de estremecer por un rato mientras seguíamos comiendo frente a la pantalla.

Tal vez ahora nosotros seamos la información bélica de sobremesa para los que aún viven en un mundo de bienestar. Es cierto que ha habido una criba y cada vez son menos los que pueden seguir mirándose este desastre con distancia, pero los hay. Es gente de clase refinada a la que le incomodan la sangre y las bombas convencionales, por lo que esta guerra se ha hecho a su gusto. Aparentemente no existe, pero las consecuencias son igualmente devastadoras, aunque deliberadamente más injustas.

Los que solo han recibido la nueva metralla en forma de recorte salarial deben levantarse cada día e ir al trabajo sin protestar, ya que les han hecho sentirse afortunados ante los que han perdido el empleo, la casa o las ayudas de la ley de dependencia. Las nuevas bombas son más selectivas y ahora caen siempre sobre lo que más nos debería estremecer: la sanidad, la educación, los servicios sociales y ahora también sobre los pensionistas. Rajoy, tras afirmar que no iba a subir el IVA, nos dijo que lo que iba a preservar eran las pensiones, y desde el viernes ya sabemos que eso no va a ser así. La subida de las pensiones no va a ser acorde con la subida del IPC, con lo que nuestros mayores lo van a pasar mal. Y nuestros dependientes, también. Y nuestros discapacitados, que ya se hicieron oír el domingo en Madrid y ayer en Barcelona.

Los 'super-vivientes'

Al seleccionar dónde caen las nuevas bombas, los que siempre fueron super-vivientes están eligiendo indirectamente el ejército al que se van a tener que enfrentar más pronto que tarde. Y creen que ante dependientes, ancianos, enfermos y parados desesperados aún tienen las de ganar, especialmente si además pocos saben dónde irles a buscar. Los directivos de los bancos fallidos a los que ayudamos a cambio de nuestra ruina desaparecieron con sus indemnizaciones. Y muchos de los políticos que se gastaron nuestro futuro ya no nos rinden cuentas ni pasan por las urnas. Algunos se retiraron, otros asesoran a grandes corporaciones. Nadie en estos colectivos optó por el suicidio o la inmolación.

De todos modos, se equivocan si creen que el ejército al que se van a enfrentar solo va a estar nutrido por los que creen vencidos. De un tiempo a esta parte hemos ido tomando conciencia. Ya hace tiempo que Leonard Cohen canta que todo el mundo sabe que los dados están marcados, que todo el mundo los tira cruzando los dedos. Todo el mundo sabe que esto es un timo: los pobres, igual de pobres; los ricos, más ricos. La cosa está que arde, todo el mundo lo sabe. Todo el mundo sabe que se hunde el barco y que el capitán ha mentido. Todo el mundo está destrozado, parece el funeral de un amigo. Todo el mundo hablando con sus bolsillos¿ Todo el mundo quiere una rosa de tallo largo y bombones de chocolate. Todo el mundo lo sabe.