Al contrataque

El rey va desnudo

Josep Duran i Lleida y Artur Mas, durante su comparecencia conjunta el lunes en la sede de CiU.

Josep Duran i Lleida y Artur Mas, durante su comparecencia conjunta el lunes en la sede de CiU. / AG/nl

Ernest Folch

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Se acabaron las elecciones y vuelve Duran Lleida, que es como decir que se ha acabado la fiesta. El viejo y hábil político llevaba muchas semanas soportando estoicamente el escarnio de los gritos de independencia en sus propios mítines, pero aquí lo tenéis otra vez, más contento que unas pascuas, volviendo a llevar la batuta de la ambigüedad. Esta vez, y a diferencia de hace dos años, no abrió la boca en la noche electoral, y dejó que todo el peso del castigo cayera sobre la débil espalda de Artur Mas para confirmar que solo habla en la victoria, nunca en la derrota.

Pero pasado el protocolo de las urnas, ha recuperado el mando, y ahora digo que no veo a Esquerra dispuesta y luego digo que no descarto al PSC. Su misión es casi ontológica: él es el último guardián del fuego de las medias tintas, ahora que puede argumentar que el peor resultado ha llegado justo en el momento de la concreción. En realidad, Duran es el mejor termómetro para medir la salud del soberanismo. Si lo ven acurrucado, como en las fechas próximas a la Diada, es que vivimos una efervescencia independentista. Si lo ven crecido, es que vuelve el puente aéreo.

En el dolor de la victoria, los mismos productores del cartel mesiánico que ha enviado Mas a la ruina han intentado la última huida hacia adelante y se han sacado de la manga el concepto de «co-rresponsabilidad» con un «Co» bien grande, prefijo que por cierto solo se pone cuando se pierde, para presionar a ERC a entrar en el Govern. Que traducido quiere decir: o gobernáis con nosotros, o le falláis al país.

Pero ERC ha aprendido muchas cosas en estos años, ya no es el partido ingenuo y alocado del aquel 2003, y no morderá el anzuelo. Ha encontrado un líder inteligente y sereno, que irá hasta el final con el referendo, pero que no puede olvidar que tiene un programa social que no tiene nada que ver con el de CiU. Junqueras nos ha recordado a todos que esta vez la «E» de ERC no será decorativa.

La pelota, en el tejado de CiU

Y es que no hace falta que nos engañemos: la pelota del soberanismo no puede parecer que se le pasa al partido pequeño que ha hecho los deberes cuando en realidad está encallada, por no decir pinchada, en otro tejado. El obstáculo al soberanismo se llama Duran Lleida, está dentro de CiU, y la única verdad es que mientras se nos exhortaba en nombre de la voluntad de un pueblo, el mensaje dentro de la federación era totalmente disonante.

Convergència pensó que podría ocultar que el rey va desnudo: que nadie vería que mientras Mas apretaba el acelerador, Duran Lleida levantaba el freno de mano. El resultado es que el motor se ha estropeado, y huele a quemado. Pasarle ahora la presión a ERC es lanzar una cortina de humo que ya no cuela.

El problema del soberanismo no es si ERC entra o no entra en el futuro Govern, sino cuál es la verdadera correlación de fuerzas dentro de CiU. Con Duran Lleida dentro del barco es imposible tan siquiera salir del puerto.