Al contrataque

Reformar, privatizar

Entrada en vigor del copago sanitario catalán, en una farmacia de Barcelona, el julio pasado.

Entrada en vigor del copago sanitario catalán, en una farmacia de Barcelona, el julio pasado. / Joan S. Puig Pasqual

PEPA BUENO

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El Gobierno de Catalunya ha sido pionero en instaurar el pago por receta. O el repago. Madrid es la segunda comunidad en aplicarlo. Según el presidente autonómico Ignacio González, se hace con fines "disuasorios" no "recaudatorios". (Aun así su Gobierno confía en ingresar por esta vía 84 millones de euros el año próximo). Argumenta que los madrileños acumulan en sus casas 45 millones de medicamentos y quizá a partir de ahora se cortarán un poco.

Si cualquiera de nosotros mira en su botiquín doméstico o en el de sus padres llega a la conclusión de que tal vez no es descabellado lo que nos proponen. Claro que el argumento tendría mucha más credibilidad si el repago no viniera acompañado del plan más ambicioso presentado hasta ahora para privatizar la gestión de la sanidad pública madrileña.

La maniobra no es nueva. Desde el comienzo de la crisis algunos dirigentes han confundido en sus discursos las palabras recortes y reformas como si fueran equivalentes. Y ahora corremos el riesgo de que las palabras reforma y privatización tengan la misma suerte. Porque si la sanidad hace aguas presupuestarias se podía haber reformado igualmente sin renunciar a la gestión pública de este servicio esencial. El vértigo de este tiempo obliga a pararse a pensar para no caer en la trampas.

Es decir, se recortan los ingresos de los ciudadanos haciéndoles pagar por cada receta. Esto es un recorte. Y además se emprende una reforma estructural del sistema público de salud. Esto es una reforma. Y para hacer la reforma se elige privatizar la gestión de hospitales y centros de salud. Esto es ideología. Un opción entre otras, ni inevitable ni imprescindible ni necesariamente mejor.

Perdónenme la secuencia de obviedades, pero es que conviene poner negro sobre blanco de qué nos hablan para poder pedir algún día responsabilidades por todas estas decisiones políticas que ahora nos venden como si fueran una catástrofe natural.

El Estado, en los huesos

Con la coartada de la crisis no es que se esté desmantelando el Estado del bienestar, es que se está dejando en los huesos al Estado mismo. El Estado, el único instrumento que ha permitido socorrer a bancos y empresas cuando ese mercado al que ahora estamos devolviendo nuestros tesoros -la sanidad, la educación- ha colapsado. Y el Estado, sí, el único que puede sostener una mínima red de protección social para los ciudadanos que van perdiéndolo todo.

"Nuestros derechos vienen de nuestro creador, no del Gobierno", soltó Paul Ryan, el 'número dos' de Mitt Romney en su primer mitin juntos. Y en este caso sí ha sido una catástrofe natural la que los ha obligado a callar esta parte de su discurso en el tramo final de la campaña. Porque no es su creador el que está atendiendo a las víctimas del huracán 'Sandy', sino los recursos públicos del Gobierno federal que los republicanos quieren eliminar o privatizar.