El recorte de las prestaciones sociales

Misterios de la austeridad

La estrategia anticrisis es insensata porque agrava el retroceso de la economía y la miseria de los ciudadanos

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JOSEP FONTANA

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Vivimos en un tiempo en que las medidas de política económica que se adoptan en el mundo entero parecen irracionales. Déjenme que aclare previamente que no me estoy refiriendo a España, porque aquí ni siquiera hay política económica, ya que el Gobierno actual se limita a ir cumpliendo las instrucciones que recibe de Bruselas o de Berlín. ¿Cómo va a hacer una política económica propia un Gobierno con un presidente desaparecido, que ha abandonado la gestión de la crisis en manos de un ministro de Hacienda que cada vez que abre la boca, y lo hace con demasiada frecuencia, causa un alza de la prima de riesgo o decide a un nuevo grupo de ciudadanos a evadir sus capitales al extranjero (más de 40.000 millones en mayo) ante el razonable temor a lo que le puede ocurrir a un país puesto en tales manos?

Me refiero en términos generales a las políticas de austeridad que se están aplicando en medio mundo, cuya insensatez ha sido repetidamente denunciada, ante la evidencia de que conducen a agravar, a la vez, el retroceso de la economía y la miseria de los ciudadanos.

tomemos el ejemplo de Grecia: en el 2010 el FMI preveía que, tras sufrir recortes y privaciones, la economía griega volvería a crecer en el 2012 a un ritmo del 1,1%. Pues bien, las previsiones del Gobierno de Atenas son, a fines de julio del 2012, que lo que va a haber este año va a ser un descenso del orden del 7%.

Un reciente informe del FMI sobre España anunciaba que nuestra economía no solo retrocedería este año sino también en el 2013 (en un

-1,2%); que en el 2014 se alcanzaría un ligero ascenso (del 0,9%), pero que incluso en los dos siguientes, en el 2015 y el 2016, el ritmo de crecimiento seguiría siendo insuficiente para reducir el paro. Ante el éxito de las previsiones del FMI sobre Grecia, estas que se refieren a España solo pueden calificarse de aterradoras. ¿Cómo justificar entonces la continuidad de esta política?

La irracionalidad no se da tan solo en la eurozona. Los políticos de EEUU están obsesionados por el temor al déficit en momentos en que las expectativas del resto del mundo sobre su economía son tales que los inversores extranjeros compran los títulos norteamericanos de deuda sin esperar interés alguno, o incluso con un interés negativo (esto es, a cambio de recibir una compensación inferior a la inflación), lo cual significa que están dispuestos a pagar para mantener su dinero seguro durante los próximos años.

Dada la elevada tasa de paro que se da actualmente en Estados Unidos --y el desastroso estado de sus infraestructuras, quePeter Radford describe como «trenes podridos, carreteras con baches, escuelas en ruinas, metros envejecidos y puentes en peligro constante de hundimiento»--, parecería lógico utilizar ese dinero que se recibe gratis para reconstruir trenes, escuelas, puentes y carreteras, y crear con ello unos puestos de trabajo que contribuirían a la recuperación económica. No va a ser así.

PERO SI EN EL CASO de Estados Unidos se hace difícil entender que se desdeñe aprovechar este dinero barato para invertir en el progreso del futuro, lo que sucede en Gran Bretaña resulta delirante. En pleno proceso de recesión, con las expectativas de recuperación desmentidas en julio por la caída de la producción industrial, y con el ingreso de los hogares en su nivel más bajo desde comienzos del 2005 (sin contar con los augurios que anuncian el próximo estallido de una burbuja inmobiliaria), sucede que su deuda recibe una evaluación de triple A por parte de las agencias de calificación, y que el Gobierno puede obtener dinero al tipo más bajo que nunca se haya conocido: a coste cero o incluso negativo. ¿Por qué desaprovechar esta oportunidad de incentivar el crecimiento con inversiones públicas?

En el mes de mayo pasado,Paul Krugman,de viaje por Gran Bretaña, hizo esta pregunta a una serie de personalidades que apoyaban la política deCameron,y obtuvo unas respuestas que ayudan a entender los misterios de la política de austeridad. Al comienzo pretendían justificarse con una metáfora: la de la necesidad de que el Estado ahorrase en gasto público, al igual que lo hace una familia que se ha endeudado. Pero, cuando se les hacía ver que esta comparación era inadecuada, acababan confesando la verdad: que lo que se proponían realmente era «disminuir el tamaño del Estado», lo que demostraba, concluíaKrugman,que su objetivo era «utilizar el pánico al déficit como una excusa para desmantelar los programas sociales».

Por los mismos días, escribiendo desde Madrid,Mark Weisbrotopinaba que el objetivo de la política económica que estaba aplicando el PP era «debilitar al movimiento obrero como parte de una estrategia a más largo plazo para desmantelar el Estado del bienestar». Y concluía: «Estos cambios no tienen nada que ver con resolver la crisis actual, ni con reducir el déficit del presupuesto».

Para decirlo crudamente: no está claro si se trata de cerrar hospitales para ahorrar, o de ahorrar para poder cerrar hospitales.

Historiador.