Gente corriente

Niolvis Izquierdo: «Daría la vida por sentarme en el malecón otra vez»

Cubana. Desencantada con la revolución, dejó su país hace 12 años. Su inmigración es nostálgica y combativa.

«Daría la vida por sentarme en el malecón otra vez»_MEDIA_3

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MAURICIO BERNAL

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-Yo ahora tengo 45 años, es decir, que nací con la revolución. Formo parte de la generación del hombre nuevo de la revolución cubana, y formaba parte de las juventudes comunistas, y marchaba por la revolución y no obligada, sino por convicción. Fui parte de la generación que hacía milicias, y trabajos voluntarios, lo que fuera con tal de defender la revolución. Por eso fue tan doloroso cuando me di cuenta de cómo eran realmente las cosas. Fue muy doloroso.

-¿De qué estamos hablando? ¿Qué pasó exactamente?

-Pasó que me di cuenta, eso pasó. Tenía más de 30 años y vi que me había pasado la vida luchando por algo que nunca había sido, que no era y que no iba a ser. Nos pasó a muchos.

-Todas sus convicciones...

-Yo lo quería mucho, a Fidel. Para nosotros, para esa generación, era como un padre. Aquello de: 'Comandante en jefe, ordene', eso era así, pero no por imposición sino por gusto, porque queríamos sacar adelante el proyecto. Y cuando dejas de creer se te viene el mundo encima, tienes una especie de cortocircuito mental y te lo empiezas a cuestionar todo. Al final me casé y me marché de allí.

-Porque supongo que decidió no callar, o algo así, ¿no?

-¡Cómo me iba a callar! Yo nunca me callo. Y lo que más me molesta es que eso me lo enseñaron ellos. Te enseñan a pensar, a rebatir las cosas con argumentos, y luego te mandan callar. Pero quiero dejar algo claro, y es que pese a todo yo le agradezco muchas cosas a la revolución: mi manera de ser, mi solidez ideológica, mi preparación política. Todo eso se lo agradeceré eternamente a Fidel.

-Entiendo. Bien: se casó y se marchó. Y vino a España, ¿no?

-Aquí, a Barcelona. Hace 12 años. Mi esposo era de aquí.

-¿Era?

-Nos divorciamos.

-¿Y qué hizo? ¿En qué trabajó?

-Hice de todo, como cualquier inmigrante.

-¿Y ahora?

-Ahora estoy en el paro.

-¿Y qué es lo que hace exactamente en el Casal Concòrdia? Porque fue usted la que me citó aquí...

-Doy clases de castellano; voluntariado. En Cuba estudié Pedagogía y fui maestra de escuela durante cinco años. También estudié Fotografía, por cierto, y llegué a enseñar fotografía, pero ese es otro asunto.

-Supe de usted por la Fundación Mescladís, porque formó parte de Diàlegs migrants, ese proyecto...

-Sí, sí. Fue un proyecto que me pareció interesante, buscaban situaciones similares y emparejaban a inmigrantes de toda condición y de todas las nacionalidades. A mí me tocó Mercè, que se tuvo que exiliar en Francia porque era republicana.

-Muy enriquecedor, supongo.

-Mucho. Nos dimos cuenta de que los inmigrantes de cualquier generación y de cualquier lugar del mundo tenemos más cosas en común que diferencias. Para mí fue un proyecto muy acertado, porque era hacer que la gente se diera cuenta de que todos somos iguales y pasamos por lo mismo. Un proyecto para crear empatía, que es algo que hoy hace falta.

-¿Empatía con el inmigrante?

-Eso. A mí me sorprende escuchar al señor de Extremadura diciendo: 'Uy, todos estos negros que vienen ahora...' Y yo pienso: '¿Tú? ¿Tú justamente, que pasaste por lo mismo?' Me parece increíble. En fin. El caso, volviendo a lo de antes, es que yo a los de Mescladís les debo mucho.

-Ajá. ¿Y eso?

-Bueno, pues es que aparte de la exposición y de que a veces voy allí y cocino comida cubana, para los niños y para los mayores, también resulta que gracias a ellos expuse mis fotos.

-Sus fotos. Cuénteme.

-Pues porque la exposición,Diàlegs migrants, se montó en el Museo de la Inmigración, y la directora se enteró de que yo había hecho fotografía en Cuba y me pidió un día que le llevara mis fotos. Yo le llevé unas antiguas que había hecho en La Habana y otras que había hecho aquí, y ella vio algo que yo nunca había visto.

-¿Qué cosa?

-Que por cada sitio fotografiado en La Habana había un sitio parecido fotografiado en Catalunya; el inmigrante, que allá donde llega busca los rincones que dejó atrás. Bueno, pues emparejó fotos y montó una exposición, que llamóMirades d'anada i tornada. Me hizo mucha ilusión.

-Cuba. La echa de menos.

-Muchísimo. Más allá de la política, es mi tierra. Daría la vida por sentarme en el malecón otra vez.