Traspaso de poderes bajo presión
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
El traspaso de poderes entre dos gobiernos de distinto color nunca es fácil. Los sectarismos, los prejuicios políticos, las batallas electorales, las rencillas y venganzas personales hacen que el desalojo y posterior ocupación de despachos sea un asunto propicio para insidias e infidelidades. Pero mucho más complejo resulta un proceso así cuando, como es el actual caso en España, se realiza bajo la presión apenas soportable de los mercados financieros internacionales, muy pendientes de cualquier indicio de que las cuentas del equipo saliente no sean todo lo claras que se supone.
Para el éxito de este tránsito, abordado hasta el momento con discreción y diligencia por Zapatero y Rajoy, deben darse dos condiciones esenciales: transparencia y lealtad. Transparencia, en especial por parte del Ejecutivo saliente, en las cifras macroeconómicas, sobre todo las relativas al déficit. El equipo económico del último Gobierno socialista, dirigido por la vicepresidenta Elena Salgado y por el secretario de Estado José Manuel Campa, tiene acreditada la seriedad. Por eso sería una sorpresa mayúscula que en las cuentas que hereda Mariano Rajoy el déficit fuera sensiblemente superior al hasta ahora declarado (alguna décima por encima del 6%). Recuérdese que los grandes males de Grecia comenzaron cuando las autoridades europeas descubrieron que el Gobierno conservador instalado en Atenas hasta el 2009 había declarado un déficit casi cuatro veces inferior al real. Un fraude que arrastró al país heleno a la situación tenebrosa que hoy vive.
La segunda condición, la lealtad, corresponde más al PP, en su condición de partido que toma el relevo y que, por tanto, tiene siempre la tentación de culpar de todos los males a la herencia recibida. Es verdad que la situación que hereda Rajoy es tremenda: cinco millones de parados, prima de riesgo altísima, consumo estancado, ingresos del Estado a la baja, etcétera. Pero cualquier exageración sobre la situación de las cuentas del reino, cualquier generalización sobre facturas impagadas almacenadas en los cajones, al estilo de la expandida por María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha, puede ser una catástrofe en los mercados.
Lo deseable es que ambos equipos, el saliente y el entrante, admitan los mismos datos. Y nada hace pensar que estos no sean los que maneja la Comisión Europea o las instituciones financieras internacionales.
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