Gente corriente

Rosa Álvarez: "Michael Jackson dibujó sobre las sábanas"

Gobernanta de hotel. Dejó el periodismo desencantada y eligió ser camarera de planta. Hoy es el alma de Le Meridien.

Rosa Álvarez

Rosa Álvarez

NÚRIA NAVARRO

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Esta leonesa de pedernal abandonó el periodismo en 1982 y se metió a camarera de habitaciones del hotel Manila, que luego fue el Ramada y hoy es Le Meridien. En estos 26 años se ha convertido en la gobernanta general del cinco estrellas de la Rambla. En sus manos ha estado el bienestar de toreros,prima donnas,aristócratas y estrellas del pop y del rock.

–Sabrá montones de intimidades...

–De todo tipo.

–Que naturalmente no contará.

–Naturalmente.

–De los tiempos del Manila, va.

–El Manila fue hotel de toreros, artistas del Liceu, gente de teatro y algunos aristócratas. En la sexta planta había una zona llamadacorreos,donde se alojaban los criados y los chóferes.

–Luego llegaron las estrellas del pop. ¿Se dejaron algo olvidado?

–Madonna se dejó un corpiño. Lo guardamos, nunca lo reclamó y se lo quedó una empleada muy fan. Lo mismo pasó con las sábanas sobre las que dibujó Michael Jackson.

–¿Le vio usted de cerca?

–No sabría decirle... Utilizaba dobles. Nunca sabías si era él o era el otro. Muy distinto a Bruce Springsteen, que se relacionaba con todos. Me firmó su disco y la entrada.

–¿El famoso tiende al capricho?

–Depende del famoso. Recuerdo que una cantante extranjera muy conocida quería que en la habitación hubiera lilas blancas fuera de temporada. La convencimos para cambiarlas por rosas blancas. No fue fácil, ¿eh?

–¿Excentricidades téxtiles? Toallas, sábanas, almohadas...

–Se intenta satisfacer todas las demandas. Bertín Osborne, por ejemplo, quería unas sábanas de hilo con sus iniciales bordadas, y las tuvo.

–Está divertida, veo.

–La gobernanta es la responsable de que la casa esté en perfectas condiciones de limpieza y mantenimiento. 231 habitaciones, ellobby,el solarium, los despachos... Eres como un general en el campo de batalla que va moviendo unidades según las necesidades, que son cambiantes a lo largo del día.

–¿Empezó como soldado raso?

–Antes de entrar en el Manila, trabajé tres años como vendedora de cartones del Bingo Manila. Así me pagué la carrera de Periodismo.

–¿Y ejerció?

–Sí. Al acabar la carrera me cogieron de becaria en TVE, pero tuve una experiencia personal muy negativa.

–¿Cómo de negativa?

–En verano de 1982 hubo un motín en la Modelo. Me tocó cubrir la noticia para el informativo. Estuve todo el fin de semana trabajando a conciencia y redacté la noticia para el lunes. Me llamó la jefa de redacción y me pegó la bronca. Dijo que en España no se maltrataba a nadie en las cárceles. La noticia que emitieron no era la que yo había redactado.

–Eran tiempos para equilibristas.

–Pero yo, que era una pipiola, creía que estábamos en democracia, que se podía opinar de todo, que había libertad de expresión... Los veteranos me llevaron a la cafetería y me atizaron un Martini blanco. Pero el malestar me duró muchos años.

–Se cortó la coleta.

–Sí. Volví al Manila y me cogieron de camarera de habitaciones.

–Una licenciada haciendo camas y limpiando retretes.

–Tenía claro que quería ganar dinero. Recuerdo que, el primer día, los pasillos del Manila me parecieron largos y oscuros, y el trabajo de camarera, durísimo. Pero ninguna veterana me dejó atrás. Aunque al volver a casa, me abracé a mi marido y me deshice en lágrimas. Y seguí.

–Dura usted, ¿eh?

–Yo me vine solita con 14 años de León a Barcelona. Mi pueblo era muy pequeño, no había dinero –mi padre trabajaba en el ferrocarril de vía estrecha de la Minero–, y yo siempre quise estudiar. Era la única de la escuela que sacaba libros de la biblioteca. Una maestra que conocía mis inquietudes me habló de una fábrica textil en Ripoll que me permitiría trabajar y estudiar.

–Se vino, a pelo.

–A pelo. Estuve cuatro años trabajando y estudiando. De ahí, al Manila.

–¿Nunca soñó con volver a ejercer de periodista?

–No. Me encanta mi trabajo. Exige ser observadora, analizar, saber comunicar, aceptar retos. Y tengo un equipo del que me siento orgullosa.

–Oiga, tenerla de clienta debe de ser una pesadilla...

–Se equivoca. Soy una persona que no se queja nunca de nada. Me da vergüenza. Cuando algo me cabrea, no vuelvo y ya está.