FIGURA CLAVE DEL TEATRO CATALÁN

Muere Benet i Jornet, faro de la dramaturgia catalana contemporánea

El autor estaba enfermo de alzhéimer desde el 2015 y ha fallecido a causa del covid-19 en una residencia pública

El dramaturgo catalán Josep Maria Benet i Jornet

El dramaturgo catalán Josep Maria Benet i Jornet / periodico

Marta Cervera

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El dramaturgo y guionista de televisión catalán Josep Maria Benet i Jornet ha muerto este lunes a los 79 años. El Institut de les Lletres Catalanes ha anunciado el fallecimiento de uno de los personajes clave del teatro hecho en Catalunya, que estaba enfermo de alzhéimer desde el 2015 y ha muerto en una residencia pública a causa del coronavirus, ha explicado su hija Carlota, que ha querido destacar "la gran entrega de quienes trabajan en ella, gente maravillosa".

El autor teatral sufría alzhéimer y su hija Carlota recuperó sus memorias recientemente en el ensayo 'Papitu. El somriure sota el bigoti' (Columna). Referente para los dramaturgos catalanes de generaciones posteriores, a nadie extrañó que la sala Beckett inaugurara su espacio en el Poblenou con una obra suya de 1973,  ‘La desaparició de Wendy’, dirigida por Oriol Boggi. "Sin la maestría que ha ejercido Benet i Jornet en las nuevas generaciones todo sería diferente", reconocía entonces Toni Casares, director de la sala. Y es que Benet i Jornet siempre tuvo la puerta abierta para asesorar, escuchar y animar a sus discípulos. Ha sido el 'padre' de la generación de Sergi Belbel y Lluïsa Cunillé y el 'abuelo' de la generación posterior con nombres como Pere Riera, Josep Maria Miró y Cristina Clemente, entre otros. 

Autor de una cincuentena de obras, Josep Maria Benet i Jornet tuvo dos obsesiones: reflejar el mundo que le rodeaba a través de sus obras y conseguir que la escritura dramática catalana fuera tan reconocida como la literatura. Fue el primer dramaturgo que logró el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, en el 2013, y logró el Premio Nacional de Teatro en 1994. El autor de obras como ‘Desig’, ‘E.R’ y ‘Testament’ se hizo popular gracias al éxito de la primera serie catalana, ‘Poblenou’, tras la cual participó en otras como ‘Laberint d’ombres’, 'Nissaga de poder’ y ‘Ventdelplà’.

Tanto en el teatro como en la televisión representó la sociedad y sus tabús, aquello que se ve de puertas hacia fuera y lo que se oculta dentro. "El teatro debe hablar de todo", defendía Benet i Jornet, quien abordó los problemas del proletariado y los conflictos con el poder, la enfermedad, la muerte y el paso del tiempo, pero también trató temas como el alcoholismo y la homosexualidad. Su teatro no era fácil, pero fue capaz de profundizar en las complejas contradicciones del ser humano y de la sociedad.

"Nos hemos quedado huérfanos. Fue una figura indiscutible e indispensable, motor de cultura", ha señalado Toni Casares, director de la Beckett, resumiendo la sensación de la profesión. Aunque la mayoría ya se habían despedido de él más de una vez debido al alzhéimer que le ha escamoteado los últimos cinco años.  

Hijo de la posguerra, Benet i Jornet estudió Filosofía y Letras en la Universitat de Barcelona y se matriculó en la Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual. Escritores como Joaquim Molas, Terenci Moix y Montserrat Roig le sirvieron de aliados en una época difícil, cuando triunfaba el teatro independiente y se valoraba más la creación colectiva que la obra de autor, como él mismo explica en su biografía 'Material d'enderroc' (Edicions 62). 

Aunque no mantuvo contacto con Brossa y Pedrolo, sí desarrolló un estrecho vínculo con la generación posterior, la de Sergi Belbel, Jordi Galceran y Lluïsa Cunillé, pero también ha sido un faro para la que vino después con Josep Maria Miró, Cristina Clemente, Marta Buchaca y Pau Miró, entre otros. Para todos, Papitu -como le llaman sus amigos- es un refrente indiscutible. Por su exigencia y su compromiso con la calidad literaria del teatro, pero también por su actitud ante la vida. Benet i Jornet no se vanagloriaba de su éxito. Tenía presentes las penurias de épocas menos boyantes y lo difícil que resulta vivir del teatro en este país. Tampoco olvidó nunca sus fracasos, de los que también hablaba sin pudor. 

Generosidad

Sus discípulos le recuerdan como alguien generoso, una persona siempre dispuesta a ayudarles en cualquier momento y también a retarles. Él, que había luchado por mantenerse fiel a su pasión por el teatro y por su lengua, sirvió de ejemplo para quienes vinieron después. Siempre recomendaba leer a autores contemporáneos modernos pero sin olvidar nunca a los clásicos catalanes como Àngel Guimerà y Josep Maria de Sagarra. Se esmeró en transmitir que cada dramaturgo es un eslabón más de una tradición. "Su visión de la historia siempre iba en dos direcciones, hacia adelante y hacia atrás, por eso animaba a conocer a los clásicos, a saber de dónde venimos", ha recordado Casares, director de la Beckett. Benet i Jornet, admirador de Harold Pinter y de José Sanchis Sinisterra, había estrenado varias de sus piezas en la sala, en su vieja sede de Gràcia. Allí se montaron 'El gos del tinent’ y ‘Apunts sobre la bellesa del temps’, dirigidas por Sergi Belbel, y ‘Soterrani’, dirigida por Xavier Albertí.

Su primera obra ‘Una vella, coneguda olor’, traducida a otros idiomas como muchas de sus piezas, le daría su primera alegría tras ser elegida Premi Josep Maria de Sagarra en 1964. Después vinieron otros títulos como 'Revolta de bruixes’, que se emitió por el circuito catalán de TVE antes de su estreno en el Romea (1981); ‘Quan la ràdio parlava de Franco’ (1979), donde colaboró con Terenci Moix, y ‘Desig’ (1991), Premi de la Crítica de Serra d’Or y Premi Nacional de Literatura Catalana. Su siguiente obra, 'E.R' (1994), una metáfora de la vida y del teatro, estrenada en el Lliure y convertida en película por Ventura Pons ('Actrius'), logró el Premio Nacional de Literatura Dramática.

Ese mismo teatro, donde también presentó ‘Ai, carai!’ (1989) y ‘L'habitació del nen’ (2003), ganadora de un Premio Max, le rindió homenaje hace escasas temporadas con una nueva versión de ‘Revolta de bruixes’, una obra de los años 70 dirigida por Juan Carlos Martel. Podría ser uno de los montajes que el Lliure recupere en su canal de Youtube para aplacar la sed de los teatreros durante el confinamiento. Y es que, como dice su hija Carlota, el mejor homenaje que podemos hacer a Benet i Jornet es "leer sus obras y verlas cuando podamos volver al teatro: hemos de llenarlos". Él se ha ido pero su legado permanece.